miércoles, 16 de diciembre de 2020

Sueño de la madrugada del 16 de diciembre de 2020.

Introducción. Con J. y B. visitamos una cárcel en un bosque iluminado por reflectores. Es que le fuimos a llevar una medicación al hermano de B. (¿está bajo algún tipo de diagnóstico psiquiátrico?).

Antes de eso. Yo pasé meses o años viviendo en el bosque. En un momento fui un ave, y vivía en un nido junto a otros pájaros blancos. Pero me echaron del árbol por ser humana; y, aún antes de eso – estábamos en Chile, pero la ciudad era definitivamente La Plata, en donde vivo desde hace 23 años – me bajo del bondi sobre lo que sería la rambla de 32 (a la altura de avenida 7) y saludo y abrazo a un rapero con el que venía viajando. Un loco con una porción de la ceja rapada me ve y me amenaza con un encendedor: me quiere prender fuego (por marica). Y es ahí que comienzo a caminar (hacia el oeste) y me adentro en el bosque donde viví un tiempo con las aves. Después de que me bajara del árbol y abandonara el nido, tengo recuerdos muy difuminados de haber pasado hambre y, vagando por cualquier lado, veía mi rostro cadavérico y con rastros de sangre, como si pudiera ver el interior, es decir, la carne y los huesos que la piel recubren.

Canopus

La cárcel, el bosque, las estrellas. A todo esto, seguimos en Chile. Vemos, al lado de la cárcel (que es como una muralla de piedra frente al bosque) un barrio privado, con departamentos y alambres de puas. Pero no es un barrio de gente adinerada, sino de trabajadores; parecen más bien departamentos dúplex, una vecindad con un portón compartido. En esa ocasión lo único que anoté es que bardeamos al gobierno chileno. Subimos las escaleras de la cárcel para darle la medicación al hermano de B. (al cual vemos hecho trizas, envuelto en una camisa de fuerza). Entonces me doy cuenta, con muchísimo asombro, de que en el cielo las estrellas se ven nítidas y de una manera que, por supuesto, nunca vi despierta (pero si en una ocasión y en otro sueño que tuve en 2018). Lo más parecido que puedo anotar de mis recuerdos, en relación a ver un cielo despejado y repleto de estrellas, son las noches que pasé en el monte, en las inmediaciones de Capilla del Monte y en el Rio Quilpo, a 12 kilómetros de San Marcos de la Sierra. Bajamos de la fortaleza-cárcel. Con J. nos disponemos a prender un fueguito en el bosque – pero toda la madera está húmeda y se dificulta. Hay cuadernos y porta útiles: pienso en agarrar tijeras y sacapuntas. Ahora las estrellas no se ven porque hay reflectores, pero llega un momento en que vuelvo a verlas perfectamente. Le explico a I. (un amigo de mi infancia y adolescencia con quien ya no hablo) sobre Sirio (mientras se la señalo) y sobre Canopus (hace un par de días le explicaba a una amiga que Sirio y Canopus son, después del sol, la segunda y la tercera estrella que con más luminosidad se perciben desde nuestro planeta; le mostraba ambas estrellas a eso de las diez de la noche y le explicaba que verlas juntas en el cielo es un privilegio de vivir en el hemisferio sur, porque Canopus no se ve en el norte: de ahí la siguiente parte del sueño en la que hablo sobre exactamente lo mismo). El cielo se ve tan hermoso que me lleva a una reflexión: “allá, en el cielo, lo que estamos viendo es un espacio real, que efectivamente es posible ir hasta allá atravesando ese espacio” - entonces me giro  y veo las estrellas del otro lado del cielo – “o hasta allá”.

Se hace de día, hay una escena confusa en la que nos tenemos que ir del bosque, que ahora está en un predio. Tiramos billetes fuera de los muros y salimos a buscarlos (¿?). Salen animales a cazarnos. Retrocedí en el tiempo.

Mi mamá. En este momento, mi vieja acaba de mudarse a una casa nueva (totalmente "ficticia") con mi papá, soy un chico joven (aun no transicioné ni cuestioné mi identidad de género). Esto es también, lo sé por las decisiones del montaje y la forma en la que la cámara enfoca los rostros de una señora y de su hija que aparecen en primer plano, una película de Pier Paolo Pasolini. La señora canta acompañándose con una guitarra. Su hija tiene los labios muy gruesos (demasiado gruesos) y pintados de rojo. Me pregunta a mí qué hago y le digo: “nada, pelotudeo todo el día, tengo ganas de matarme” (se lo digo, a la vez, de muy mala manera mientras cruzo el pasillo en el que estamos casi sin mirarla y dándole a entender que me cae mal y que no quiero saber nada de ella). No obstante, ahora tengo miedo de que al escuchar eso mi vieja comprenda que realmente quiero suicidarme.

Voy a su habitación, hay un desorden de cosas, sobre todo ropa, zapatos; voy a donde está la cama y veo libros de texto, los del colegio (como si ella estuviera chequeando que es lo que me enseñan en clases). Pienso: “claro, esta mujer aun lee” (porque soy consciente de que retrocedí en el tiempo, y de que en ese momento mi mamá todavía conservaba hábitos que hoy en día ya no frecuenta). Entonces descubro también otra cosa: aun es posible cambiar mis actitudes frente a ciertos hechos que llegarían en los años siguientes: la separación y la ruptura del vínculo entre mis xadres, etc. Despierto...


Interpretación. El sueño se me presenta como una figuración de las etapas en las que segmento mi vida. Visualicé así escenas que son una relación del paso del tiempo, y de como el paso del tiempo me vio crecer a una adultez en la que llegué a conocer una serie de inclemencias y situaciones problemáticas. El sueño comienza reflejando aspectos de mi vida adulta a través de las siguientes figuras:

 1) El rapero: en los últimos años conocí amistades, en Ensenada, que me introdujeron a la cultura hip hop y que producen y escriben canciones de rap. En ellas la cuestión social es una temática que se suele abordar de una manera que, cuando yo salí de un colegio católico y privado a los 18 años, aun no era capaz de concebir. Considero, por tanto, que en esos encuentros y en esas amistades, así como en la interiorización y la comprensión de los mensajes de las letras de esas canciones que ahora escucho, hubo una expansión de mi conciencia, una posibilidad de ver situaciones ante las que era indiferente o insensible.

2) Un loco me amenaza con un encendedor: desde los 18 años empecé a salir a la calle vestida de forma tal que la gente pudiera percibir mi disidencia sexual. En ese contexto, me acostumbré a recibir amenazas, a ser hostigada, a que me apedreen con baldosas rotas, etc. Hace poco escuché desde el balcón de mi casa, a la madrugada, a unos pibes en bicicleta gritarme "cerra la ventana putooo, vamos a entrar a hacerte la cola, pedazo de raro". A raíz de esto pensé: "no suelo darle bola a estos comentarios, los paso por alto considerando que solo son chistes, pero en realidad un día voy a salir de casa y me van a prender fuego". Por eso en el sueño el encendedor y su chispa representan este tipo de amenazas.

3) Los pájaros, el nido y el vagar por el bosque con la cara despellajada: esto se relaciona con una fábula que escribí a los veinte años, después de terminar una relación con una persona que "amé" muchísimo pero a la que herí por razones que se relacionan con mi neurosis de aquellos años y mi ceguera moral (por fortuna ya no creo en ese concepto del amor). Considerar que los pájaros son blancos: hay ahí una idea de la pureza, y de un estado idílico en el que te alimentan, y no es una preocupación el conseguir la propia comida. Cuando soy echada del nido vago por el bosque y en ese vagar hay una lastimadura, una herida relacionada con las inclemencias de la naturaleza y a todo lo que estamos expuestes por poseer un cuerpo de animal; ahora bien, esto también es una materialización onírica de algunas de las ideas que Hermann Hesse desarrolló en su novela Narciso y Goldmundo, en la que su protagonista adquiere libertad al vagabundear sin rumbo, a pesar de que en ese vagabundeo, por así decirlo, se le va la vida. (Pero la vida se trata de eso).

4) El barrio cercado por alambres de puas: vivo ahora en un departamento en el que la inmobiliaria decidió poner, penosa e inútilmente, un símil alambrado de puas entre sus balcones (lo que es ridículo en relación a la nula protección que ofrecen, además de ser, en mi consideración, totalmente innecesario). Mi opinión es que la civilización nos ofrece el pagar por una pequeña cárcel en la que habitar junto a nuestros miedos. Y eso está en contacto con la idea del gobierno: es el Estado el que nos sujeta a vidas de aislamiento y de soledad, a una individualidad cada más acuciante (aunque esto tiene que ver con qué tipo de vida une lleva, pues se pueden plantear formas de existencia comunitaria aun en el marco de una pequeña tribu conformada por amistades políticas, con un eje en el compartir no solo momentos, sino en una reciprocidad tanto de los afectos como de otro tipo de aspectos materiales de la vida como forma de relación social). No es casual que en el sueño frente a la cárcel como una muralla de piedras, en contigüidad (metonimia) exista otra cárcel: la cárcel de un barrio cercado, una vivienda que es más el alquiler gustoso de una celda que cualquier otra cosa.

5) La locura del hermano de mi amiga: otro punto relacionado con crecer y descubrir la dura realidad de las cosas humanas está en contacto con observar de frente la pérdida de la razón y los caminos oficiales para enjaular a quienes dejan de tener asidero con la realidad racional a la que nos tienen sujetades. La cárcel para destruir y "hacer trizas" al hermano de una amiga (a quien mi mente capaz seleccionó porque de adolescente nos enteramos que sufría una enfermedad, aunque no recuerdo precisamente si un diagnóstico psiquiátrico) es, también, una figura de la cárcel a la que yo misma me sujeto, o el miedo a perder la cordura, o, precisamente, a ser demasiada cuerda y, por esos límites mentales, no desarrollar mi verdadero potencial.


Pero frente a este demencial recorrido por las galerías del sufrimiento adulto se contrapone una experiencia de lo sublime, que es una experiencia de la libertad alcanzada en la contemplación extasiada de este universo que, como en un pantallazo, se nos dio la oportunidad de habitar en nuestras vidas efímeras de forma consciente. Frente al sufrimiento que supone el paso del tiempo, surge la admiración de la extensión, del espacio abierto, del mundo que nos es dado recorrer. Y esa observación que hago con respecto a las estrellas lejanas es, precisamente, una observación de la libertad: "yo hoy estoy acá, pero los lugares que veo en un mapa son reales, y puedo ir y recorrerlos". Es, así, la contemplación de un fenómeno de la naturaleza (las estrellas) lo que me remite a una experiencia de abandono de la cultura oficial a la que ya he referido: mi viaje a la provincia de Córdoba junto a mis amistades. Una sensación de liberación que se obtiene tan solo viajando. Así, se lo explico a un amigo de la infancia. La presencia de otra persona en el sueño (J.) tiene que ver con la posibilidad de conocer la localidad en la que vive y, así, salir de "mi pequeña burbuja", expandir mi realidad.

Finalmente, hay, después de una escena confusa en la que asocio animales con billetes (un símbolo de la alienación de la vida moderna) (ya sabemos que en los papeles devaluados de hoy en día ya no figuran próceres sino cualquier clase de fauna) un retorno en el tiempo a una época previa, a una época en la que todavía no salí del nido. Pero en ese retorno yo no perdí el conocimiento y la sabiduría adquirida a través del dolor de la vida adulta: por eso es que manifiesto que me quiero matar, y que preferiría la muerte. En ese retorno, veo, desde la experiencia, qué actitudes podría cambiar en mi pasado para que mi porvenir sea más provechoso; hay, así, una figura de la reencarnación, una idea de que repetimos una y otra vez nuestras vidas hasta que aprendemos, de una vez y por todas, la lección fundamental...


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