Apuntes sobre músicas contemporáneas.
Una canción de Serú Girán (Separata, Serú Girán, 1978.)
"Algo raro me estaba pasando en el hotel
estaba solo."
Apertura, necesidad primera de enunciación o colocación en palabras de una ruptura con una realidad aparente y firme que de pronto se redescubre corrida. El corrimiento puede venir de dos lados: lo que se percibe puede estar fuera de lugar en un conjunto dado, o uno mismo puede hallarse descolocado en el marco de un espacio que se constituye ajeno. Cabe pensar, claro, que el extrañamiento surja por ambos lados, coordinada o espontáneamente. Así sucedería, creo yo, en este dramático interludio líricomusical del primer álbum de Serú Girán, su pieza más breve, descontando el instrumental de David Lebón que hace las veces de outro (y que apenas es dos segundos más corto).
Serú Girán, 1978. |
Por eso se comienza por enunciar la adquisición de un saber, que es un saber impreciso pero patente, un algo raro que aún resulta difícil explicar al mundo, pues requisito indispensable sería, acaso, primero poder explicárselo a uno mismo, definir o encuadra la vivencia de lo nuevo. Pero llega un punto en que esta misma tarea de autoreconocimiento resulta ardua. Ello da pie al extrañamiento que ya ha empezado a perfilarse: "estaba solo, pero. Empezaba a sentirlo necesario. A veces todo hombre debe estar solo, pero. Sabía que estaba lejos de casa y que dentro de poco tendría que subir a tocar." Enajenarse del presente espaciotemporal resulta sencillo una vez abierto el vórtice de la reflexión autopensante. La consciencia crítica del universo y de la situación que representa uno mismo en su arquitectura infinitesimal posibilita el desgaje de todo marco que quiera darle coherencia. Uno es muy chico, termina reconociendo, y contingente también. Ser contingente, comprenderlo, verse uno en su contingencia perpetua, anula la percepción clara de la realidad y permite desglosarla en un número indefinible de capas. La realidad se torna confusa, y se desnaturaliza. El proceso de encarnar la vivencia del algo raro, de lo patente indefinido/ble lo coloca a uno en una posición de alteridad, que no conduce a nada que no sea esto de lo que vengo hablando: el extrañamiento. Charly, su voz lírica más bien pero aquí pareciera ser tan difícil separarlos, se sitúa de pronto, por la vivencia de su enajenamiento, en un punto que aunque les tan propio como pude llegar a serlo una pieza de hotel, se halla lejos lejos lejos de todo, y la escanción de la melodía que se hace cargo de estas palabras necesita remarcar la desesperación súbita que entraña esta lejanía. La fragmentación triple de una única palabra en unidades idénticas da pie a un recurso en el que se engrandece la distancia, por acumulación del mismo significado y del mismo sonido, acumulación al cubo de una idea que se halla ligada al origen del miedo. Así, bien podría decir: lejos, más lejos, demasiado lejos de todo. Y no se trata sólo de eso, sino del desgano, del cansancio que genera la vida del artista que, en gira por latitudes lejanas del todo que constituye el universo que uno habita cotidianamente, aquel microcosmos en donde en verdad se siente cómodo, se apresta, otra noche a repetir el rito homogéneo de su música invariable: faltaba poco para subir otra vez a tocar; otra vez, lejos de todo lo que me es querido, a tocar, otra vez, lo mismo.
La segunda mitad de la composición alterna la melodía y postula una respuesta, que es la de no asistir al acto pautado, hija del momento de extrañamiento posibilitado por la soledad de la pieza de hotel surcada por un algo raro que maquinó confusas sensaciones e ideas. Hacerse cargo uno de su confusión permite diferenciar la voluntad de la repetición inconsciente. No querer estar con ustedes, porque acabo de descubrir que acaso la voy a pasar mal; en todo caso, no quiero arruinarles la noche, prefiero quedarme leyendo, en diálogo conmigo mismo. Es una opción que pudiera parecer irresponsable, pero que responde a una sensibilidad diseccionada y presta, antes que nada, a ser responsable con sus propias voliciones. Separarse, en un principio, para no hacer daño a los compañeros, que esperan de uno cierto comportamiento a tono con el clima de la representación musical; pero también, y tal vez más importante, no hacerse daño uno mismo, sufriendo lo que debería ser gozado y gozoso. No forzar el disfrute, acto que sólo conllevaría desencanto y frustración. Reconocer el desgano permite apuntar a una introspección que rebusque sus fuentes y sus posibles soluciones. Un impulso favorable conducirá a la retransformación del enajenamiento con la realidad en un acto positivo de elaboración artística, o de descubrimiento personal: podría ser, entonces, la lectura de un ave que vuela y no muere, comprendida así como el advenimiento posible de lo poético encerrado en uno mismo, descubierto, y libertado, en pos de no sufrirlo tanto, y de hacerlo público inmortalizándolo en música y poema. Música y poema, que, como esta canción, probable fruto de esta experiencia alienada, de sondar las cosas desde el otro lado, se hace eterna en el campo del arte: vuela y no muere.
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