jueves, 5 de noviembre de 2020

 

Consideraciones sobre la discriminación y la burla a las personas gordas en RuPaul’s Drag Race. El caso de Mystique Summers (temporada 2).

31 de octubre / 5 de noviembre, 2020. 17:03 hs. X Lihuel Sankari

Introducción.

El siguiente artículo va a proponer unas líneas de reflexión a partir de un hecho del que ya gran parte de quienes vemos el reality show de drag queens conducido por Ru Paul estamos al tanto: la edición, el montaje de las escenas y, por así decirlo, la línea que conduce al equipo que produce y dirige el programa está estructurada a partir de sesgos que marcan las pautas y definen las características que debe tener la participante destinada a ser la próxima “superestrella” drag de los Estados Unidos en relación a su aspecto, a su físico, a su personalidad, su sentido del humor, sus capacidades (para coser, maquillarse, actuar, cantar, bailar, etcétera). Para ilustrar estas cuestiones que reflejan las características discriminatorias de la lógica que promueve la elección de las finalistas del certamen (que, conocerán, en cualquier caso, excepciones y momentos de mayor apertura a personalidades drag que se hallen en las líneas de fuga del modelo hegemónico que aparece enfatizado en las primeras temporadas del reality, siendo el caso paradigmático de la búsqueda de una drag queen que representara un estilo tradicional basado en la caracterización estereotipada de la belleza femenina la temporada estreno de 2009, en donde la ganadora, Bebe, se impuso frente Nina Flowers que traía un concepto mucho más andrógino y, de alguna manera, transgresor de drag) voy a tomar un caso que me resultó demasiado rancio, en la medida en que se desplegó un tratamiento signado por la burla, la estigmatización y la reproducción acrítica de construcciones sociales discriminatorias con respecto a las personas gordas. Me refiero al tratamiento recibido por Mystique Summers, participante de la segunda temporada de Ru Paul’s Drag Race, estrenada en 2010, por parte tanto de las demás participantes como de la producción y la conducción del programa. No se ocultó, en ningún momento, el grado de violencia simbólica y psicológica que ejercieron sobre Mystique; por el contrario, esta fue enfatizada y, en el capítulo tres de esta temporada (capítulo en el que ella fue eliminada del concurso tras performar su lypsinc for her life frente a Raven) la edición, a través de distintas decisiones tomadas durante el montaje, se encargó de dejar bien en claro que su obesidad así como era un objeto válido para la burla (manifestada a través de elementos como, por ejemplo, los comentarios detrás de escena de las otras participantes) era también una excusa justificadora de que, por más que ella pusiera todo su empeño en ganar el certamen, este no era un lugar adecuado para ella en función de su peso y del aspecto de su cuerpo.


Mystique Summers fue la tercera eliminada en la segunda edición de RPDR. Pero la forma en la que fue tratada por las demás concursantes lograron que su paso por el reality show resulte penoso de ver: de fondo, la cuestión de la estigmatización de las personas gordas en la comunidad gay.

Un antecedente: el tratamiento recibido por Ongina y Nina Flowers en la primera temporada (2009).

Las siguientes reflexiones parten de un video-ensayo escrito y locutado por el youtuber U., quien ha dedicado ya horas de contenido crítico relacionado a RPDR. El contenido audiovisual de su canal puede ser visto como una disección analítica del repertorio de prejuicios y de ediciones sesgadas y, en ocasiones, discriminatorias que animan a la producción y al detrás de cámara del reality show conducido por RuPaul. Ya quedó dicho: la búsqueda de la próxima “superestrella” drag de los Estados Unidos obedece a parámetros estéticos, sobre todo en las primeras ediciones del show, direccionados a la personificación de estereotipos de belleza, maquillaje, corporalidades, vestimenta y modelaje femeninos. Así es que en la temporada estreno del certamen nos encontramos con la participación de Ongina y de Nina Flowers, dos drag queens cuyo estilo personal no se ajusta precisamente a la línea favorecida por los “parámetros estéticos” (bajo los que se esconde una postura política con respecto a qué clase de drag debe prevalecer en el certamen) que sostienen los productores y los directores del programa (incluyendo a RuPaul). U. señala, en su ensayo audiovisual sobre The mistreatment of Nina Flowers and Ongina on Season 1, que, tras revisar las devoluciones que el jurado realizó sobre la actuación y el modelaje de estas participantes, pudo verificar, en múltiples ocasiones, una crítica parcial y en cierto modo viciada, dirigida a hacerles notar el carácter “masculino” del drag que ellas realizan. A lo largo de toda la temporada Ongina y Nina recibieron críticas, mayormente negativas, referidas a la masculinidad de sus aspectos en las distintas presentaciones del certamen. No obstante, dice U., deberíamos considerar desde un primer momento, y más en un reality show elaborado sobre la base de una temática relacionada con la cultura queer estadounidense, que las nociones relativas a lo masculino y a lo femenino son sumamente subjetivas y no deberían darse por sentado: ¿no son, después de todo, nociones derivadas de una construcción de la cultura y de las sociedades modernas que el drag, si lo consideramos como lo que fue en sus orígenes, es decir, como una práctica contracultural propia de grupos marginados política y sexualmente de los ámbitos públicos privilegiados –como por ejemplo los modelos de familia tradicionales o el ejército y la marina– de los Estados Unidos, apunta a problematizar, a desfigurar, a constituirse tanto como un juego de roles, una burla y una parodia sobre los modelos de comportamiento estatuidos por el mandato compulsorio de la heterosexualidad –retomando el concepto introducido por Wittig de que la heterosexualidad es un régimen político-  así como un campo privilegiado para la desmitificación y la desesencialización del género?




Ongina recibió críticas en el primer capítulo de RuPaul's Drag Race por parecer “a little boy” antes que “a little lady”…

Teniendo esto en mente resulta chocante que, como observa U., en el primer episodio del reality que RuPaul conduce la crítica que dirige a una de sus participantes, Ongina, sea, textualmente, la siguiente: “I was very impressed, althought, when I see you I still see a little boy, I’d see more of a little lady” (“Me has impresionado muchísimo, sin embargo, aun veo en vos a un pequeño chico, y me gustaría ver más a una pequeña dama”). Considerando, dice U., el rol de RuPaul en la comunidad drag estadounidense, podemos notar la tensión entre dos concepciones en torno al arte performativo consistente en generar una ilusión o una ficción del género a través del vestuario, el maquillaje y la exageración de ciertos rasgos asociados a la feminidad: porque así como Ru no deja de ser una figura icónica en el contexto y en la historia de esta manifestación cultural (y el hecho de que sea la persona que tomó para sí la tarea de conducir el primer reality show televisivo de temática drag es significativo en este aspecto) su carrera como drag queen consistió, sin embargo, en lucir como una mujer, y, yo añadiría, como una mujer hegemónica. Esta iconicidad de RuPaul como la artista drag más reconocida a nivel internacional obtura, en cierta medida, la representatividad y la posibilidad de imaginar la heterogeneidad de tradiciones, estilos y alternativas más contrahegemónicas que caben dentro de esta categoría artística o cultural: no todas las drag queens, o todas las personas que hacen drag a través de una personificación asociada a la feminidad, tienen por qué partir de un énfasis tan exagerado en la asunción de rasgos tenidos como femeninos en los marcos de nuestra construcción “occidental” o, mejor dicho, “moderna” del género; de hecho, contamos hoy con la irrupción en 2017 de Dragula, un reality show conducido por los Boulet Brothers que auspicia la participación de aquellas drags cuyos personajes son la asunción y la encarnación de valores más bien contrarios a los preconizados por la cultura oficial de los Estados Unidos: la monstruosidad, lo asqueroso y repulsivo, lo alienígena, las afectaciones eróticas sadomasoquistas (BDSM), descentrando así el eje del glamour de la pasarela de moda femenina con su preferencia por los cuerpos escuálidos y las cinturas diminutas (cuestión sobre la que vamos a volver al problematizar, a través del tratamiento que Mystique Summers recibió en la segunda temporada de la Drag Race de Ru Paul, qué sucede cuando una persona estigmatizada por gorda participa de una competencia drag capitalizada por concursantes delgadas). Resumiendo el punto, en el momento en que RuPaul cuestiona a Ongina por parecer un “chico” y no una “dama”, su opinión, por más subjetiva que sea, cancela (en los términos circunscritos al reality que lleva su nombre y su marca registrada) la posibilidad de la representación de un drag diverso: cancela la posibilidad de pensar para sus concursantes que el drag no sea otra cosa que la personificación exagerada de los rasgos asociados a la construcción social de una mujer cisgénero.


En el cuarto capítulo Nina Flowers recibió críticas en el mismo sentido: no parecer una mujer.

Este tipo de devoluciones son recurrentes a lo largo de toda la temporada estreno del certamen y son dirigidas, enfáticamente, a aquellas dos participantes, Ongina y Nina Flowers, cuya personificación drag es más andrógina y, en cierto punto, transgresiva en términos culturales (basta pensar la asociación entre Nina Flowers y la caracterización de su aspecto bajo la etiqueta “punk”). De la misma manera, se observa en la insistencia con que a otra participante, Jade, se le critica en más de una ocasión que se le nota el bulto: en el capítulo final de la temporada (en el que se reúne a todas las participantes para conversar sobre su participación en el programa y tener la oportunidad de un “derecho a réplica” frente a los jueces y al propio RuPaul, así como de zanjar conflictos que hubiera habido entre ellas) RuPaul justifica haber mencionado la cuestión del tucking (la técnica consistente en ocultar los genitales masculinos) en las devoluciones pues se trataría de una faceta “legítima” en la vida de una drag queen (“it’s a legitimate part of a drag queen life”) e incluso le cuestiona a Jade que ello la molestase. No obstante, Jade no se halla de acuerdo con respecto a la necesidad de dicha crítica: “obviously when you are dressed as a woman you don’t wanna be…you know, ask a question about your penis, it’s very embarrasing” (“obviamente, cuando vas vestida de mujer no querés que te hagan preguntas sobre tu pene, es muy incómodo”). ¿Por qué una drag queen tiene la obligación de esconder el bulto, o bien, por qué hacerlo es parte de una “legitimidad” propia de la vida de quien personifique a una mujer? Volvemos a encontrar en los criterios de RuPaul (explícitamente expuestos como los criterios legítimos del drag) una serie de sesgos o preconceptos relacionados a la realización del buen drag femenino que son, de forma inmediata, una negación de cualquier posible ambigüedad con respecto al género: la drag queen, en su labor ilusionista, tiene la obligación de presentarse a escena escondiendo cualquier seña disruptiva si lo que quiere es lograr una “adecuada” figuración anatómica del cuerpo femenino. Sin embargo, ¿cómo sostener la idea de que la representación de las mujeres y de lo femenino supone ocultar la presencia del pene o de cualquier bulto en la entrepierna sin negar, silenciar y borrar de dicha representación las existencias trans e intersex? De la misma forma que cuando Merle Gingsberg, jurado de la competencia, critica la apariencia de Nina Flowers en el cuarto episodio en los siguientes términos “your arms give-away a man, the chest give-away a man and i’m not reading any woman at all” (“tus brazos revelan a un hombre, el pecho revela a un hombre y no estoy leyendo nada propio de una mujer”), la recepción de las participantes en el programa está cifrada por las expectativas, por parte de RuPaul y la bajada de línea de la producción (¿no queda este hecho clarísimo cuando, como apunta U., tras el lypsinc del quinto episodio entre Ongina y Bebe, RuPaul, sin lograr decidirse entre una de las dos, se levanta y va atrás de escena a deliberar con nada más ni nada menos que los productores quién se va y quién se queda en el programa?) de que la ganadora de la competencia deberá ser una drag queen capaz de ofrecer una personificación de lo femenino, tal cual supo hacerlo RuPaul durante toda su carrera, sin ambigüedades, que no cuestione en lo más mínimo el carácter diseñado y construido de la feminidad en la cultura del capitalismo moderno, así como la representación asociada a las mujeres biológicamente definidas por la medicina científica en función de datos corporales proporcionados por la fisiología, los genitales o la producción hormonal de estrógeno. ¿Quién, en el marco de la primera temporada, fue recompensada a partir de la asunción de ese ideal de drag femenino? Precisamente, responde U., la ganadora del certamen: BeBe Zahara Benet. En el contexto de la competencia fue vista como la participante más idónea para “continuar” con el legado de RuPaul desde la antedicha identificación monolítica de la cultura drag con respecto a cómo un hombre gay debe encarnar un personaje femenino y  su feminidad. Lo que podría ser visto, en mi opinión, como la captación de un fenómeno que comenzó siendo contracultural y contrahegemónico por las dinámicas orientadas al mercado del capitalismo estadounidense, una forma de vaciamiento político de una práctica cuyo origen era impensable aislada de este componente radical y contestario dentro de la comunidad queer: el reality show de RuPaul es un espacio de mercantilización de las identidades, un lugar en el que lo que se adquiere en términos de visibilización de la diferencia sexual y de la comunidad gay estadounidense, así como de cierta parte de la comunidad de performers drag, queda contrarrestado por el desguace y el silenciamiento de cualquier posible elemento subversivo o capaz de ofrecer cualquier grado de crítica con respecto a las normativas de la sociedad heterocapitalista; así, lo que queda es un mero show televisivo, un objeto destinado al consumo compulsivo y acrítico, una mercancía audiovisual diseñada en relación del atractivo que pudiese suscitar entre las personas gay. Cabe aclarar, para terminar con esta breve contextualización de lo que hay en juego detrás del reality de RuPaul, que esto no supone una crítica individual a la ganadora, Bebe, porque para mí ella era merecedora del premio y es poseedora de habilidades y de una trayectoria profesional que me resultan admirables. Ahora bien, esto no quita que detrás de las razones de su elección como la primera “superestrella” drag de los Estados Unidos (ante la otra finalista, Nina Flowers, cuya recepción por parte del jurado fue despectiva en los términos “no parecés una mujer realmente”) encontremos una lógica propia del reality show y una serie de definiciones con respecto al drag que nos es dado exponer críticamente para concluir, junto a U., que RuPaul’s Drag Race termina ofreciéndonos una visión uniforme y desproblematizada de la cultura y de las identidades queer, perpetuando estereotipos con respecto a cómo deben ser, verse y comportarse los hombres no heterosexuales y bloqueando a su vez la posibilidad de pensar alternativas genuinamente diversas para pensar la representación de lo femenino y de las feminidades.   

Burla y discriminación a las personas gordas en RPDR: el caso de Mystique Summers Madison (2010).




Mystique Summer Madison, la única ‘big girl’ seleccionada para el casting de la segunda temporada de RPDR, supo desde un primer momento a qué se enfrentaba en un ambiente apestado de gordofobia. Demostró orgullo por su cuerpo y su estilo de vida frente a las actitudes y comentarios que la producción se encargó de mostrarle al público, especialmente, en el episodio en que ella fue eliminada del reality.

La segunda temporada RPDR se estrenó en la TV estadounidense el primero de febrero de 2010 y expandió su elenco de participantes de nueve a doce drag queens. Entre ellas no encontramos a Mystique Summers Madison, quien fue eliminada en el tercer episodio de la temporada al enfrentarse en la instancia eliminatoria a quien terminaría siendo la semifinalista de la competencia: Raven. Si pensamos de forma inocente con respecto a las reglas del concurso, nada nos llamaría menos la atención: después de todo, Shangela fue la primera en ser eliminada (y en esta decisión fue influyente el hecho de que había comenzado en el drag, según sus propias palabras, seis meses antes de que se filmaran los capítulos de la segunda temporada de DR, por lo que contaba con muy poca experiencia en comparación con las demás concursantes); de la misma manera, Nicole Paige Brooks fue eliminada en el segundo episodio después de que recibiera críticas tanto por su desempeño en el maxi challenge de la semana como por su vestuario. No obstante, tras analizar las dinámicas de selección y filtro que se aplicaron durante su primera temporada, sabemos de sobra que las reglas de este concurso no funcionan con objetividad ¿En qué sentido la eliminación de Mystique nos orienta a pensar que, como sucedió en su primera temporada, las lógicas que operan por detrás de la búsqueda de la próxima “superestrella” drag de los Estados Unidos obedecen a una serie de concepciones excluyentes con respecto al ideal sobre la personificación de un modelo femenino que terminará siendo coronado? ¿Qué tipo de segregación de los cuerpos se manifestó en las decisiones tomadas en la tercera semana de la segunda edición de la competencia conducida por RuPaul? Detrás de la eliminación temprana de Mystique se puso en juego un aspecto medular en la construcción de los valores asociados a la belleza propios de las sociedades modernas y del heterocapitalismo: la gordofobia, la estigmatización de los cuerpos gordos. Y no es que estemos hablando de algo implícito u oculto; por el contrario, son los propios conductores y editores del programa quienes se encargan de hacérnoslo saber, como diciendo: “miren este cuerpo obeso, la elegimos para que haya más visibilidad en nuestro programa; sin embargo, todes sabemos que aquí no hay lugar para que alguien como ella siga avanzando en una competencia en donde lo que buscamos son cuerpos drag modélicos, esculturales o, por lo menos, delgados”. En un momento del capítulo en el que Mystique fue eliminada nos muestran un detrás de cámara, una de esas tomas en las que, después de grabado el episodio, las distintas participantes dan su opinión o punto de vista sobre lo ocurrido (confessionals). Vemos a Raven, la semifinalista y en esta ocasión, la encargada de eliminar a Mystique en el lypsic del tercer episodio, diciendo lo siguiente: “i’m not going home against Mystique”.Efectivamente, el oprobio que hubiera sentido Raven tras su eliminación hubiera sido mayor por el hecho de haber sido eliminada por una persona obesa, teniendo ella un cuerpo flaco, un cuerpo codificado socialmente como deseable. Es la propia narrativa, el orden de las escenas priorizado durante el montaje, el que nos revela la línea editorial que rige a este mundo del espectáculo gay. Vamos a hablar, por lo tanto, sobre lo que en nuestra realidad cotidiana sucede con los cuerpos gordos y como la construcción del deseo en las sociedades heterocapitalistas. Para ello, voy a citar la colección de ensayos y vivencias La cerda punk (2014) de la activista constanzx alvarez castillo. Yo, que no soy una persona que haya vivido situaciones de discriminación y burla por mi peso corporal, no puedo hablar en primera persona y en representación de las personas que sí sufrieron esa forma de opresión; puedo hablar, por el contrario, de procresfobia, de ese miedo a engordar que funciona como la contracara de la estigmatización de los cuerpos gordos (y lo digo porque yo en el año 2017 masticaba y escupía facturas para sentir el sabor sin tener que introducir esas masas de harina azucarada en mi cuerpo, mintiéndome a mí misma que de esa forma evitaba acumular grasa en mi cuerpo y tratándose, en realidad, de una actividad alimenticia dañina originada en estas mismas coordenadas psicosociales que moldean nuestras subjetividades desde pequeñes a través de la violencia publicitaria y que imprimen en nuestras mentes medidas corporales asociadas a qué cuerpos son objeto del deseo y qué cuerpos no) y si ahora mismo puedo hablar de estos temas es porque yo misma tuve que revisar, en instancias introspectivas de mi vida personal y en una revisión crítica de mi pasado, mi propia gordofobia internalizada, acerca de la cual hasta hace unos años no contaba con las herramientas analíticas como para poder hablar de ella, comunicarla, hacerla visible y, de esa manera, refutarla, obtener una conciencia superadora sobre cómo fue estructurado mi inconsciente y mi imaginario sobre lo social. Considero, desde el primer enunciado de este ensayo, y a partir de las precisiones y definiciones sobre la gordofobia que ahora paso a detallar, que Mystique Summers fue blanco de burlas y de comentarios hirientes con respecto a su gordura, sobre los que ella desde un primer momento estuvo al tanto y ante los que también supo oponerse y ofrecer resistencia (por lo que estoy planteando todo lo contrario a que Mystique haya sido “víctima pasiva” de una agresión que hubiera afectado su performance en el reality show, porque ella manifestó desde un primer momento un conocimiento sobre los mecanismos de segregación que existían en el ambiente y desde que entró al concurso ofreció una reapropiación crítica y contestataria de su gordura, manifestando “fuck them skynny bitches…it’s a big girl’s world”). Ongina y Nina Flowers recibieron críticas del jurado por parecer “masculinas”, por no entregar “feminidad”; sin embargo, ¿no hay un mayor grado de violencia en el tratamiento que recibió Mystique en la medida en que su participación en el concurso fue cuestionada y, en ocasiones, hecha un objeto de burla, por parte no tanto del jurado sino de las demás participantes? Tras definir de qué hablamos al hablar de gordofobia abordaremos los ejemplos concretos que dan cuenta del grado de odio y aislamiento que Mystique sufrió durante su breve participación en el programa.




Para el mini challenge del segundo capítulo las participantes debieron formar parejas para rediseñar el vestuario de una muñeca: ¿qué tan “casual” fue que Mystique tuviera que trabajar sola en esta instancia? ¿Por qué nadie quiso hacer equipo con ella?

Gordofobia: ¿cómo funciona la producción del deseo en el heterocapitalismo?

constanzx alvarez castillo planteó la necesidad de descentrar la supuesta individualidad de la problemática concerniente a la gordofobia, en la medida en que en nuestras sociedades existe “un conflicto cultural, social y político que se encarna en lxs cuerpxs gordxs generando prejuicios valorativos”. La gordofobia, desde un “discurso con tinte social y activista” es, para la autora de este libro (La cerda punk) en el que expresó su pensamiento político y disidente (elaborado en las múltiples confluencias de su activismo antiespecista, transfeminista, gordx y sudaca) “un problema más bien de corte social y no individual”. Para constanzx, ante la perpetuación de un estereotipo asociado a las tipificaciones existentes sobre los cuerpos por su peso corporal se generan prejuicios, actos de valoración negativa que generan “un tipo de rechazo social manifestado en conductas de discriminación”. La división establecida en el mismo acto subjetivo de la mirada que parcela el entorno social y divide los cuerpos entre “gordxs” y “delgadxs” pareciera justificar actitudes discriminatorias que no tienen necesariamente que ser explícitas: pueden ser, también, actitudes indirectas consistentes en el bombardeo publicitario que nos presenta a cada instante la deseabilidad y la supuesta “superioridad estética” de ser delgadx o en la adopción de una mirada patologizante y paternalista en relación a las personas percibidas como gordxs.  Y esto es así al punto de que, si consideramos las características negativas que adquiere la enunciación del significante gordx, resulta muy difícil disociar esta palabra de connotaciones relacionadas a la vergüenza, a algo que debe ser ocultado, algo que está mal y, que además, habilita constantemente oportunidades tanto para el insulto como para la burla. Detrás de la agresión verbal, de la burla, del bulling opera “una forma de control impresionante” que, por otra parte, resulta invisibilizada frente a otras modalidades de opresión. Así, identificar los comportamientos gordofóbicos normalizados en la educación que recibimos y habilitados en el espacio público resulta muy dificultoso en la medida en que esta forma específica de discriminación referida al peso corporal aparece justificada como un problema individual (pp. 37-40).



¿Por qué es menospreciada la participación de un cuerpx gordx en una competencia capitalizada por personas flacas? ¿Por qué un cuerpx delgadx es más deseable que un cuerpx gordx según lo estipulan los aparatos comunicacionales de nuestras sociedades cruzadas por una producción del deseo heterosexual y capitalista?

Tras estas consideraciones que, como decía, recupero a través de la lectura y la cita de un texto escrito por quien vivió desde joven una discriminación relacionada con su cuerpo gordx (no me corresponde a mí, reitero, hablar en representación de estas opresiones y me corresponde informarme y prestar atención a quienes sí las representan y encarnan para poder desarrollar las razones por las que considero que Mystique Summer fue violentada a través de una discriminación dirigida a su cuerpo) nos es preciso señalar que vivimos en una sociedad en donde la heternorma se conjuga con distintas formas de opresión (las construcciones de género basadas en el binomio masculinidad / feminidad y de origen en la modernidad europea, así como, de mismo origen, las construcciones basadas en las categorías raciales y las categorías de clase social) para generar un poder que, como decía Foucault, no se ejerce de forma unilateral por parte de los estados desde arriba hacia abajo, sino que tiene la facultad de normalizar sus prácticas y opera instaurando las condiciones de posibilidad para la construcción de la verdad y de los discursos sobre lo que es bueno, lo que está bien, lo que es deseable, lo que es visible. Los cuerpos gordxs, para ejemplificar esta noción de lo que significa el poder normalizador, son cuerpos oprimidos en la medida en que se ha diseñado un relato (propio de nuestras sociedades modernas y heterocapitalistas) que nos reitera, desde el momento en que nacemos y nuestro inconsciente se empieza a estructurar en un contexto cultural, que lxs cuerpxs gordxs no son buenos, ni deseables, ni saludables, ni bellos y, ni siquiera, visibles. “Ningún concepto es ‘natural’, todos han sido construidos por procesos categoriales y responden a constructos socialmente edificados. Por lo tanto, la belleza es un atributo aprendido culturalmente. Lo delgado es lo bello en la cultura occidental y en aquellas que hemos sido colonizadas, modificando y blanqueando nuestros cuerpos para parecernos más al genocida”. Así es que “los cuerpos delgados son cuerpos legitimados y privilegiados en una sociedad ‘delgada’ en donde todo lo grasiento pierde puntos en su escala del deseo, la tez grasa, el pelo graso, el sudor, el brillo en la piel, son atributos poco deseables y de ocultamiento” (p. 40). Yo misma fui, debo añadir a este punto, desde mi lugar privilegiado de persona delgada, alguien que implícitamente ejerció violencia hacia les demás y también, como conté más arriba, hacia mí misma, teniendo prácticas relacionadas a la anorexia y al miedo a engordar: masticar y escupir alimentos. ¿Por qué, desde la construcción de mi subjetividad, a mis 19 años prefería lastimarme a mí misma tomando una actitud de riesgo frente a la comida, siendo incapaz de disfrutarla por tener en mente un mandato implícito relacionado con la delgadez?  Desde el momento en que escribo estas líneas me planteo la necesidad de revisar críticamente mi pasado y de refutar esa introyección de los valores impuestos por la “normalidad” (que de normalidad no tiene nada) heterocapitalista.

Un relato donde la gordofobia funciona como línea narrativa.

El mini challenge del tercer capítulo de la segunda temporada de RPDR se introduce un elemento asociado a la construcción de los estereotipos sobre la gordura: la relación con la comida y con el acto de comer. En un primer momento, las participantes deben adivinar si lo que están comiendo era pollo o algo distinto: chicken or what? Cuando adivinaran correctamente, ganarían un punto. Las tres primeras en acumular tres puntos son Pandora Boxxx, Morgan y Mystique y así pasan a la segunda parte del desafío: vaciar una fuente llena de frituras de pedazos de carne, que deben vaciar lo más rápido posible. Las dos primeras en terminarlo serían las ganadoras del mini challenge de la semana. En el marco del concurso, la presencia Mystique, codificada como cuerpo obeso, habilitó la burla de las demás concursantes en relación a su idoneidad para ganar un desafío asociado al acto de comer: y en este contexto, las declaraciones de Raven (grabadas ex post) aparecen seleccionadas por los editores del programa en dos ocasiones. La primera, cuando se les informa que para el desafío van a tener que comer: “Mystique is finally going to win a challenge. Finally” (“por fin, Mystique va a ganar un desafío”). La segunda, cuando después de la degustación, Pandora Boxxx, Morgan y Mystique debieron terminar lo más rápido posible una fuente llena de frituras, diciendo que Mystique hubiera ganado con tan solo alzar el recipiente, abrir la boca y dejar caer los pedazos. Y al decirlo ejemplifica con gestos lo fácil que en su opinión le resultaría a Mystique ganar el desafío vinculado a la comida. Esos mismas expresiones y gestos son reproducidas por Raven, no ya en el contexto individual del detrás de escena, sino grupalmente frente a las demás participantes, a unos metros de Mystique. Es decir, humillándola al imitarla y ejemplificar con sus gestos cómo para una persona gorda ganar aquel desafío era cuestión de “alzar el recipiente y engullir los pedazos” (sin siquiera masticar). El comentario de Raven es precedido por el de Morgan quien se manifiesta en términos similares (“Mystique…she fucking swallowed that basket like the only one”: el verbo swallow connota, precisamente, la idea de que Mystique ni siquiera se tomó el tiempo de masticar sino que le bastó con tragar la comida; a su vez, la frase da a entender que sólo ella hubiera sido capaz de engullir la carne de la manera en que  supuestamente lo hizo, en clara referencia a un estereotipo relacionado con el aspecto de su cuerpo). Acto seguido, a manera de descargo, la producción nos muestra un detrás de cámara de Mystique en el que se refiere a los comentarios despectivos de Morgan y Raven: “Words are words. People think that words don’t hurt…but when you hear it every day…” (“Las palabras son palabras. Las personas piensan que las palabras no lastiman, pero cuando lo escuchás todos los días…”). Así queda planteada de manera frontal la cuestión de la gordofobia en el episodio tres de la segunda temporada de RPDR. Sin embargo, el acercamiento a la problemática por parte de los productores y editores del programa es más bien tibio y deja mucho que desear: después de todo, ¿no hubo un aproximamiento sesgado desde el momento en que, durante las escenas del mini challenge, se intercalaron las tomas del confesional de Raven refiriéndose a Mystique en términos despectivos y a partir de la burla? Pareciera haber algo en el relato que estructura la narrativa de este episodio que revuelve insistentemente la asociación, estereotipada, entre el acto comer (y, según Raven y Morgan se ríen entre ellas, comer compulsivamente y atragantarse de comida) y la gordura. Como en esta temporada de RPDR Mystique es la única persona cuyo cuerpo no obedece a los cánones de belleza difundidos por la normalidad capitalista, la única cuyo cuerpo drag se halla por fuera de las definiciones que identifican la belleza (y la deseabilidad) de los cuerpos a partir de su delgadez, fue sobre ella que recayó el peso y la carga despectiva de tener que pasar por una prueba que se definía a partir de la rapidez para vaciar una fuente repleta de frituras. ¿Qué tiene que ver esta consigna con un programa que consiste en una competencia de drag? La temática del episodio era grabar un sketch de actuación, con un comercial de una marca de grasa animal como excusa. ¿Pero no existió, también, la intención velada por parte de la producción de poner el foco en la presencia de una competidora que, desde un primer momento, manifestó la existencia de elementos que marginaban, de una forma u otra, su presencia en la competición? Para comprender mejor esta situación, repasemos brevemente los dos primeros capítulos de la segunda temporada de RPDR.

Burla asociada a estereotipos sobre las personas gordas. Raven imita la forma en que para ella Mystique ganó un desafío consistente en vaciar un tarro de comida frita: alzando el recipiente y tragando los pedazos. ¿Por qué la edición del programa habilita y nos muestra, a través del montaje de sus escenas, situaciones signadas por la discriminación?

Para el main challenge del primer episodio, las concursantes debieron preparar un vestido de gala basado en Scarlett O’Hara (el persona protagonista de la película lo que el viento se llevó, de 1936). Pero para hacerlo debían trabajar con una cortina, cortesía de Smith+noble (de esta forma el reality show de RuPaul no deja de recordarnos su inscripción en el marco de los mercados publicitarios que rigen la alianza entre capitalismo y televisión, incorporado a los auspiciantes y financistas del programa, como por ejemplo, Absolut Vodka, en las distintas instancias y competencias del programa). Ahora bien: Mystique planteó ante las cámaras su dificultad, como modelo gorda, para trabajar y elaborar un vestuario a partir de una cortina que resultaba insuficiente considerando su talle. Y, como vimos en el tercer episodio, esta situación habilitó a los editores para mostrarnos comentarios discriminatorias de las demás drag queens camuflados en clave “humorística”: acá se nos muestra un detrás de cámara de Raven declarando que Mystique parecía estar elaborando, más que un vestido, una “funda de almohada gigante”. Detrás de esta situación, surge también la crítica, por parte de las demás concursantes, de que, más que ser segregada por las dinámicas de un concurso en el que apenas se consideró la participación de personas gordas (de lo que, por ejemplo, el talle de los maniquís y la exigencia de elaborar un vestido a partir de una cortina ofrece evidencias), Mystique está haciendo un “escándalo” para cobrar notoriedad o valerse de su peso para sortear las dificultades y los requerimientos del jurado. Más tarde, en la pasarela, sabiendo Mystique que estaba en desventaja, se valió de saltar y caer al suelo con una apertura de piernas para impresionar al jurado. Sin embargo, además de criticar su vestuario, el jurado observó la “desprolijidad” de la pirueta para concluir que, al menos, su “sentido del humor” lograba salvarla. Con esto se referían a las respuestas que surgieron en el intercambio entre el jurado y Mystique durante la devolución que hicieron de su vestido: “puedo ser una chica gorda”, contestó, “pero puedo acabar con estas perras flacas [skinny bitches] usando un vestido corto también”.

En el mini challenge del segundo episodio las participantes debieron formar equipos. Al ser impar su número, una de ellas debió trabajar sola: Mystique. Cuando las dos ganadoras de esa instancia debieron formar equipos de cara al main challenge de la semana: presentar una actuación como bailarinas de caño frente a un público masculino. Frente a esta situación se nos muestran las declaraciones detrás de cámaras de Mystique, quien manifiesta estar al tanto de que elegirían a las más flacas (y que pueden mostrarse semidesnudas con mayor facilidad); y que, por lo tanto, no iba a quejarse por eso. “That’s not my personality. This isn’t high school” (“No es mi personalidad. Esto no es la escuela secundaria”). Durante el entrenamiento que recibieron por parte de profesionales en baile del caño Mystique mostró orgullo por su cuerpo y su flexibilidad. A pesar de que los editores mostraron las caras compungidas de sus compañeras flacas al verla bailar, en ningún momento perdió el foco de la competición y expresó a las cámaras su objetivo principal: divertirse. Y, como su equipo resultó ganador de la competencia, aseguró su lugar en la competencia por una semana más. Paradójicamente, una de la competidoras que desde un primer momento dirigió hacia ella comentarios teñidos de gordofobia, Raven, tuvo que performar su lypsinc for her life en esta instancia, salvándose por poco de ser eliminada.

Ahora sí volvamos al infame tercer episodio, aquel en que el mini challenge de degustación de comida provoca las burlas sobre Mystique por parte de Raven, la competidora que, en el final de este mismo episodio, queda en riesgo de eliminación una vez más, por segunda vez consecutiva, frente a la propia Mystique, quien se halla por primera vez en repechaje. Y, a pesar de ello, queda eliminada del programa. Consideremos, por un lado, la mecánica del programa: RuPaul, más allá de los demás comentarios del jurado, es quien decide “por cuenta propia” quién se va y quién se queda, quién va a eliminación y quién está a salvo. Resulta pertinente notar que no todos los comentarios que Mystique recibió en la pasarela fueron negativos en aquella ocasión. Y el hecho de que Raven se encuentre por segunda vez entre las que peor se desempeñaron en la semana, ¿no es de por sí suficiente como para considerar su descalificación frente a las demás? Sin embargo, en medio de todo esto, tenemos la línea narrativa de un episodio en el que la gordofobia pareció haber funcionado como un eje estructurante del guión. Los comentarios negativos sobre su cuerpo y a partir de estereotipos sobre la gordura (y en relación a la alimentación) que Mystique recibió fueron, según la edición se encargó de mostrarnos, enunciados por la propia Raven. Es decir, la participante que sería salvada en la instancia eliminatoria, a pesar de su mal desempeño en el desafío de actuación esa semana y en el desafío de baile de la semana previa (desafíos ambos para los que Mystique mostró una buena disposición, siendo sus críticas dirigidas particularmente a la inadecuación entre su vestuario y la consigna de la pasarela esa semana). Raven llegaría, a pesar de todo, a ser la semifinalista del concurso: ¿hasta qué punto su cuerpo, su aspecto físico, contribuyó en su continuidad en el programa (frente al cuerpo y el aspecto físico de Mystique)? Este ensayo se plantea estas preguntas reconociendo que las respuestas, en última instancia, quedan abiertas a la consideración de quien lo lea. Sin embargo, ¿no resulta llamativo que sea Raven la favorecida por las cámaras del espéctaculo gay? Y planteo esto aunque consideremos otros factores: por ejemplo, la personalidad. En las escenas del detrás de cámara del concurso oficial, distribuidas como RuPaul’s Drag Race Untucked y en donde observamos las conversaciones y, en muchos casos, peleas, que surgen entre las participantes detrás de bastidores, mientras esperan las definiciones del jurado, observamos el carácter temperamental de Mystique, pero, ¿no es también una consecuencia de la presión bajo la que tuvo que trabajar, reconociendo desde un primer momento en el que tuvo que elaborar un vestuario a partir de una cortina, consigna que no contemplaba su talle, que estaba en desventaja frente a las demás competidoras? Entre bastidores, también, surgieron las mismas burlas y críticas hacia su participación en el programa: Raven y Morgan siguieron resaltando el hecho de que “por su gordura” era “obvio” que Mystique ganaría el mini challenge de degustación de comida.



 Quiero concluir estas líneas de reflexión sobre la gordofobia como eje constructor de un relato sobre quién debe quedarse y quién debe irse de la competencia de RuPaul trayendo, una vez más, las declaraciones del detrás de cámara de Raven. En el momento en que debe performar el lypsinc for her life frente a Mystique en el tercer episodio, Raven plantea la preocupación de perder y de ser eliminada de la competencia por una persona que, a diferencia de ella, no posee un cuerpo hegemónico según los parámetros de belleza modernos: “I don’t care if I loss my wig, I don’t care if a broke a heel. At that point it was do or die because I was not gonna go home against Mystique” (No me importa si pierdo la peluca o si me rompo un tacón. En ese momento era hacerlo o morir porque no me iba a ir a casa contra Mystique”). De esta manera, la semifinalista de la segunda temporada de RPDR enfatizó lo fundamental que significaba para ella no ser derrotada por una persona gorda. En la medida en que se encargó de criticarla y de burlarse de ella durante todo el tiempo que compartieron en la competencia, la línea editorial del programa dejó bien en claro que hay lugar para la gordofobia y la estigmatización a lxs cuerpxs gordxs en un concurso de drag queens como el que RuPaul conduce. Consideremos, en última instancia, que al día de hoy RPDR tuvo más de 15 ediciones y que en ninguna de ellas la ganadora fue una persona gorda.

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