Las
ilusiones desparramadas en el olvido
manojos de
proyectos ahora sin ganas
alternativas
de vida destituidas
de
cualquier futuro sopesado
en las
horas tristes de mi imaginación.
¡Yo tenía
el mundo al alcance
de mis pies
de infancia curtidos!
¡El mundo
era mío
pero yo no
la sabía!
Entonces la
impiedad del tiempo
me devoró.
Y entré al laberinto
y lloré por
las ventanas rotas
por las
casas de techos de chapa
vi la
realidad en sus contornos
y desde sus
límites sentí que no:
que no se
podía ser indiferente
que no se
podía leer y escribir
pero al
mismo tiempo visualicé
que luchar
no servía de nada
que ya
estaba todo destruido
y la
destrucción era mi interior
mi alma
fracturada inundada
de sangre
tóxica y maldita
de sangre
desmemoriada y cruel.
(Y no solo
mi alma: mi mente
también se
había perdido en la marea
de la
estupidez a precio rebajado)
Cuando todavía el mundo era mío
y tenía a
mi disposición la música
y la locura
era una burbuja alegre
y no un
pantano de pus reventado
cuando
todavía el mundo era entero
y estaba
frente a mí sin yo saberlo
no se me
ocurría que no encontraría
nunca a
nadie que quisiera besarme
o decirme
una noche en silencio
“la vida
puede tener una causa
un motivo,
un porqué, direcciones
claras y
convicciones profundas”
con tan
solo compartir el sueño
y la
fragilidad del cuerpo desnudo…
(Pero me
encargué también de eso
de destruir
todo lo que había amado
y de
vulnerar a quienes me quisieran)
¡Lo tenía
todo!
Pero ya no
hay retorno.
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