Quería escribir algo sincero, algo sensato. A
veces salen de mi mente ideas que me gusta dejar resguardadas, porque
la memoria es tan frágil que no me permite llevar la cuenta de todos
mis pensamientos...de todas mis preocupaciones...de todos mis
temores. Es natural en mí pensar: el futuro me será difícil. A su
vez me imagino que las cosas irán de aquí en mejor, porque, si he
de ser sincero, esa es la relación que he tenido con la vida a lo
largo de ventiún años; no conozco el hambre, y aún no me he
enfrentado a un período de escasez...gracias al apoyo de mis padres,
que lo darían todo por mí...aunque a veces siento ser una carga, y
nada más. ¿Por qué no trabajo? La vez que elegí trabajar no podía
seguir el ritmo de la facultad. Estudio historia...para poder ser
docente, por lo menos de acá a un año. O sea, en mayo del año que
viene espero ya estar ejerciendo algún cargo...pero la carrera se
hace lenta, a veces compartir un mismo espacio con tantas personas se
me hace extraño, he tomado malas decisiones y he tenido
comportamientos irracionales con personas que apenas me conocían; es
algo que reconozco en mí, aunque no me enorgullece.
Escribir, a lo largo de la vida, hace mucho bien.
Uno descubre la voz que guía nuestras lecturas (¡Lecturas, sí,
porque son múltiples, varían a lo largo de toda tu vida!) del mundo
en el que vivimos, y la transporta al plano de lo escrito, la
convierte en una entidad independiente, uno crea, devuelve a la
realidad todo lo que ella le introdujo, pero con algo alterado, una
leve alteración, que es la originalidad de nuestras ideas. La
originalidad en nuestra vida, cabe decir...
Yo apenas me distingo de los demás por el hecho
de que amo pensar acerca de la realidad que veo pasar a mi alrededor,
y, de sentirme inquieto, quiero conocer como se vive en distintos
lugares del mundo, y, principalmente, como se vivía en el pasado a
lo largo de todo el mundo, y ver como la evolución de las sociedades
a lo largo del tiempo obedece a un gran esquema basado en la
expropiación de los recursos y en la usurpación de los lugares
comunes (y entonces nos limitaron a la obtención de dinero para
poder subsistir en una sociedad cada vez más competitiva...y cada
vez más urbana, en donde es un estigma dormir al aire libre).
Intento ser responsable. Me acabo de afeitar,
para rejuvenecer cada tanto, recordar mi rostro sin pelos, volver a
la puerilidad de un instante aún efébico. Para mí, crecer es pasar
por auténticos ciclos de muerte y resurreción.
¿Nunca te paraste a pensar en esa línea
interior, esa voz tuya que siempre permanece pegada a tí, como un
eco, tus principios más valiosos, tu paz de último momento, de
cuando la tormenta ya nos empapó, tus palabras de amistad con vos
mismo, tus recursos de zen -
sibilización. ¿Sensibilización? ¿Zen o civilización?
¿Es esto un holograma? ¿Estamos todos raptados en un edificio con
ventanas tapiadas? ¿Llegamos a un acuerdo final entre nosotros
mismos y la sociedad? Ah...¡Qué tan difícil es pensar cuando
vivimos rodeados de estímulos! Por eso Ruben, la persona a la que
mejor malabares le vi hacer en mi vida, me dijo, una noche en el
centro de Córdoba Capital me dijo: "acá hay mucha vibración
pero poca energía". Luces, carteles, comida, personas
cruzándose por todos lados, el cielo de la noche invisible por la
iluminación, y ni hablar de los ruidos, y ni hablar de la polución,
ni de los bocinazos, los caños de escape, los gritos de los niños,
los llantos de los bebes, la música de unos parlantes, la música
del músico callejero que es uno de los más bellos oficios, de los
que aún son legales en esta sociedad...todo, todo entremezclado, una
noche de noviembre, con un clima humedecido, oscuro por las nubes,
cada tanto se veían algunas estrellas aísladas, noche de incierta
lluvia, que de ocurrir, nos arruinaría la estadía (terminamos
armando una carpa y las bolsas de dormir en la colina de una plaza.
Toda la noche escuchamos reguetton y cachengue, pero hasta ese
momento nunca había podido escuchar ese tipo de música tan en
detalle. No digo que me desvelé escuchando esa música; en realidad,
fue al contrario, me concentré en escuchar un estribillo, algún
detalle en particular, y como sabemos que nos dormimos cuando no
estamos intentando permanecer dormidos, me levante al otro día,
estaba amaneciendo, y tenía ganas de mear, lo que era una verdadera
molestia estando en una plaza. Por suerte, no llovió esa noche).
¿Nunca te paraste a pensar en esa línea
interior, de la que te venía hablando, lector, tú que estás tan en
contacto con tu propia persona? ¿Estamos despiertos? ¿O estamos
dormidos? ¿Cómo despertar? ¿Cómo salir de este hechizo
interminable?
Una lámpara de oscuridad invade mis sentidos. Mi
mente quiere saber más, expandir sus alas, volar y visualizar la
atmósfera, ecualizar los sonidos del mundo, observar todos los
paisajes, hundirse en la totalidad de todas las formas de vida,
distintas culturas, piercings del pasado, joyas incrustadas en la
frente, un magisterio de palabras rituales, que de oírlas, te
conducen al principio de los tiempos, que es tu nacimiento.
¿Estas despierto? ¿Dormido? ¿Despierto? Ya
todo se confunde en mi mente...como mi abuela, cuando moría de
Alzheimer...sin saber su propio nombre...ni el mío.
¡Cuántas horas faltan aún para despertar,
mañana, por la mañana! Ir a la facultad, meterme en un tren, ver
tantas caras, visitar a mi vieja, llevarle una tostadora, agradecerle
algún regalo, mirar a los gatos, ver el goce perpetuo en sus vidas,
tal vez un breve eructo violento, una silla que se cae, un vaso que
se rompe, el gato se asombra, mira feroz o sale disparado hacia la
terraza...¡Sí, todos la vida, ver la (Zen)ilidad de los gatos, huir
ante la sombra, morir por curiosidad, atrapados en un nimbo de paz y
orgullosa presencia...admirarlos, tratar de imitarlos, llegar a ser
como ellos! No ser
un gato,
como en la expresión popular con que hoy denostamos los argentinos
al inepto del presidente, sino llegar a ser
como los gatos,
como la especie gatuna en sí, al ser observada en la supuesta
objetividad de nuestra mirada simbólica. Que nos permite diferenciar
la densidad de la materia en sus diversas unidades...
En el universo ahora existe un gato número X, mi
gato, Timoteo Demóstenes Zurita, alias el Rubio puto. Ese gato es un
evento felino que así como apareció en la tierra en una fecha
determinada dentro del esquema incognoscible del tiempo (no se
atrevan a preguntarme drogado que qué mierda es el tiempo!) esta
destinado, por su calidad de ser vivo y perecedero, a desaparecer, en
una fecha aún difícil de predecir, pero que estimo aún en unos
cuantos años.
Ese
gato número X, Timoteo, ya no existirá más en el universo, dejará
de estar aquí, entre los gatos del mundo, y pasara a formar parte
del resto inmaterial de los fenómenos humanos, la memoria. Allí
formará parte de alguno de los casilleros con los que, en mi
imaginación, me represento a los gatos, al fenómeno felis
silvestris catus en
la existencia empírica de mi mundo, mi experiencia del mundo, mi
vivencia.
Yo, por mi parte, no empiezo a preguntarme con
más profundidad acerca de estos temas, me enseñaron que no vale la
pena, o que no hace bien...aunque hay en mí una corriente interna
que me lleva a ponderar y a redactar pensamientos de corte metafísico
(¿cuál es la verdadera realidad del gato número X, Timoteo, si
esta condenado a desaparecer? ¿no es sino una manifestación
concreta en el espacio tiempo de un fenómeno único pero heterogéneo
y muchísimo más abarcativo que es El Gato arquetípico? Yo, que por
ciertas inclinaciones de carácter personal, en lo filosófico,
adhiero a patrones de pensamiento que, en el plano simbólico de las
sociedades humanas, reivindican la noción de lo arquetípico; que es
la esencia colectivamente forjada de esa misma realidad en el plano
de lo eterno, yo, en lo personal según iba diciendo, tiendo a creer
más en este tipo de explicaciones e imaginaciones acerca de la
realidad esencial que subyace el mundo aparencial y fenoménico que
habito, y que se difumina, de forma más o menos vaga, en el
contenido inapresable de mis todos mis sueños, en la elaboración
incosciente de mi propia mente, a cuyos recovecos más oscuros, aún
a pesar del gran esfuerzo y avance que logré en los últimos meses,
todavía no logro penetrar a través de una mirada holística,
superadoras de las nociones binarias del bien y del mal y del varón
y la mujer.
Que
no existen. Y esto lo confirmo, para mí, aun desde mi arquitectura
del pensamiento platónica, sesgada, imparcial, irracionalista en sus
extremos más inspiradores, brutalmente inspirada en la fe, sin la
cual yo no tendría guía moral en este mundo en vías de
devastación...creo, sí, que Dios es el amor y la felicidad, como
dice una letra que
cantaba Gal Costa, pero ¿Eso me vuelve menos heterodoxo? Pero sí
acá en latinoamerica sacerdotes como Camilo Torres y Carlos Mugica
comprendieron el verdadero sentido del cristianismo, que es social, y
uno murió luchando por sus ideales y al otro lo asesinaron...
Ay...a
veces me siento...como un Miguel de Unamuno de este siglo. Sí; como
una reencarnación ex
tempore,
un discípulo desprolijo, mucho más pajero, trolo y fanático de la
libertad.
"La
verdad, habríame descorazonado tu carta, haciéndome temer por tu
porvenir, que es todo tu tesoro, si no creyese firmemente que esos
arrechuchos de desaliento suelen ser pasaderos, y no más que síntoma
de la conciencia que de la propia nada radical se tiene, conciencia
de que se cobra nuevas fuerzas para aspirar a serlo todo. No llegará
muy lejos, de seguro, quien nunca sienta cansancio."
Él que escribió que el porvenir es nuestro
único tesoro. Yo le creo.
Encontrar los núcleos de racionalidad en autores
que tuvieron ideas que a veces se nos demuestran absolutamente
sacadas de todo contexto. Comprender el pensamiento de cada escritor
como una manifestación coherente de las ideas que un ser humano
vivió a lo largo de una experiencia históricamente situada.
No hay nada más asombroso que reconstruir una
vida a través de los registros que su protagonista dejó por
escrito, en diversos momentos de su aprendizaje emocional como ser
humano, ser humano que escribe, que es decir artista, que es decir
humano zen-sibles entre los humanos.
¡No estamos locos! ¡Tenemos derechos a mostrar
nuestra voz enardecida por la sangre frustrada de generaciones y
generaciones de artistas tratados como locos! ¡Yo me siento más
joven todavía, cada vez que grito, cada vez que bailó, cada vez que
me muevo hacia un punto extranjero en las coordenas del tedio
ciudadano! ¡Me meo en la cultura! Apago el televisor de la palabra
recalentada en estudios de grabación subvencionados con plata de
agencias foráneas. Renuncio a la palabra del grinjo que se cree
capaz de ponerle voz a mis intenciones, que se cree capaz de
convertir mi rebelión en una cajita más en los arrabales del
consumo, un nuevo mercado a las órdenes de su merced, el ansia de
acumulación capitalista, la concentración de la riqueza en cada vez
menos manos...
¡No
nos contentamos! ¡Somos negativos! ¡El progreso y el desarrollo nos
parecen nociones cuestionables! Argentina,
el conurbano desbordado de pobreza, ciudades cada más grandes,
pobres cada vez más pobres, inundados en el Chaco, provincias
enteras saqueadas por la minería a cielo abierto, el quebracho
deforestado hace ya cien años, la Patagonia entera empieza a temblar
con la amenaza ecológica del fracking, que es la tendencia
tecnócrata de la evolución material, el progreso de la razón
humana, para destruir la zensibilidad humana, para destruir la piedra
angular de nuestra existencia: la madre de todos nosotros, nuestro
planeta Tierra, que está a punto de experimentar cambios
destructivos, que aún nada estamos haciendo para impedir el
desarrollo de una hecatombe climática, si es que no sucumbimos a una
efervescencia nuclear antes de tiempo...
El ser humano se perfeccionará expandiendo su
conciencia: la humanidad despierta lentamente. Su corazón late hoy
mucho más rápido que el ritmo de su espíritu. Pero cuando sus
perspectivas se expandan, los conflictos de hoy serán insignificante
bajo el peso abrumador de las carga moral que tenemos por delante.
Salvar a la humanidad de la miseria que se
aproxima.
Alimentar al 100% de la población.
Extinguir las enfermedades, muchas de ellas hoy
ya son curables, pero la inercia de los mercados obstruye su
democratización.
Expandir los límites del bienestar humano.
Pero respetando así todas las
culturas...distintos tipos de vida...distintos ritos y costumbres.
Distintas formas de afrontar la muerte, la condición infinitesimal
del humano, que es una variable insignificante, que es un número de
muy efímero valor, un dato menor dentro de la estructura inabarcable
del universo. Pero sí: un ser vivo en fin, una voluntad de vivir, de
salir adelante, de emprender proyectos y cultivar amistades, recorrer
caminos nuevos y perfeccionarse en algún arte, la escritura la
música o el reino de las ideas, catacumbas mentales que producen un
gran placer a aquel que las cultiva con desinterés, con un
compromiso con la existencia lo suficientemente sabio y honesto como
para no intervenir en los resultados de las investigaciones, aún
cuando ellas aborden temas por de más cercanos, lo que, para mí, no
está mal: no podemos hablar de algo si no nos involucra, no podemos
atender a problemas ajenos con el mismo interés y la misma
dedicación con que investigamos nuestras propias pasiones...nuestros
propios vicios.
A mí ahora me gusta escuchar rap, algo que hace
algunos años ni se me hubiera ocurrido. (Todo se lo debo a la
hermosa compañía de Fran y Walis, hermanos míos en esta búsqueda
infatigable de mi consciencia en su búsqueda por escapar de su
letargo).
Descubro que todo puede ser analizado en función
a las experiencias de la propia vida; hasta la letra de una canción.
Todo puede ser motivo y parámetro de reflexión para nuestras mentes
inquietas. Pero no hay que enfocar la mente en único motivo y afinar
la puntería (aunque, cada tanto, investigar las cosas en su
profundida hará que desarrollemos una gran precisión para todo lo
que querramos hablar, en general) sino que hay que abordarlo y
examinarlo todo, aún lo que nos desagrada, las películas de super
héroes por ejemplo, que a mí me rompen los huevos, pero que hace
poco vi una en la que el villano quería erradicar, sin seguir ningún
tipo de criterio, a la mitad de la población de la galaxia, con
fines éticos, se entiende: su finalidad es la más noble de todas:
la de mejorar sustancialmente las condiciones de vida, que al reducir
la población total de todos los planetas del universo se podrán
administrar más recursos para menos personas. Suena encantador.
¿Pero
no es arbitrario que la vida de algunos tienen que desaparecer para
lograr que los otros puedan llevar una mejor vida? Muchos en los
comentarios de Youtube (un paneo muy irregular de la población
hispanoparlante, he de admitir) admiten admiración por la táctica
maquiavélica del villano de los
vengadores,
aunque para mí no está justificado: no hay vida que valga más que
otra vida, no hay vidas que merezcan, en contra de su expresa
voluntad, ser desaparecidas de la faz de la existencia.
Y lo cierto es que tarde o temprano, todos
acabaremos igual, que nuestro destino es morir, y que eso nadie lo
puede cambiar. Desear el fin de la explosión demográfica a través
de la cual canalizamos tantos de nuestros miedos y problemas, sería,
en cierto modo inexpreso, desear el fin mismo de la modernidad, que
fue la causa de la sobrepoblación mundial que hoy vivimos y que al
ritmo que vamos no hace más que acelerarse. Fue el aumento de la
calidad una de las consecuencias que, ya en el siglo XVIII, se
hicieron palpables tras la revolución agrícola inglesa, que en
opinión de autores como Carl Allen, mejoro la productividad de la
tierra inglesa entre los siglos XVI y XVII gracias a las mejoras
introducidas por los pequeños propietarios de tierras y, según Marc
Overton, seguidor de un enfoque más tradicional, por la inserción
hacia el siglo XVIII de un nuevo método de rotación de tierras, de
carácter cuatrienal. Avances tecnológicos sustanciales que, al
desplazar a la población del campo a las ciudades, alentaron el
desarrollo de la primera revolución industrial, en los albores del
siglo XIX.
Y piensen que eso fue hace 300 años, y hoy se
nos cuenta que vamos por la cuarta revolución industrial, la de la
cibernética, los cerebros industriales y las tecnologías digitales.
X Lihuel Sankari. Profeta de otro tiempo.
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