28
de diciembre, 2018
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este pesimismo alentador!
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volvía caminando era de noche y seguro me había drogado de más.
empezaba a comprender de todas formas que la única forma de salir de
la droga era dejar de pensar que era necesario salir de la droga. por
la tele se veían cosas más extrañas que los años pasados, y el
mundo parecía encaminado a una inminente desestructuración de las
arquitecturas gastadas por las que nos regíamos. hablo del mundo de
hoy lo comparo con el mundo extraño de aquel entonces: un nazi se
disponía a asumir la presidencia de brasil y yo acababa de perder el
dni por segunda vez en el año, no sabía como, yo pensaba que lo
tenía en el bolsillo y al llegar a casa no estaba más. también
perdí la tarjeta sube de mi amiga aquella tarde o mañana. fatídico.
me sentía solo y como solo me sentía decidí escribirle a un ex
novio con el que nos habíamos amado un montón con pureza y emoción
adolescente hasta el punto en que decidí volverme loco y dejar de
sentir ternura por él ponerme turbio acusarlo de todos mis problemas
y hacerlo fiel espejo de mi desesperación. por supuesto actué como
un perturbado, que es lo que soy. pero ahora cambió una cosa y es
que decidí aceptar mi perturbación, por lo que todas las cosas
malas que hago son parte de un espectáculo con el que me deleito;
puedo decir, por ejemplo, y sin sentir ninguna culpa, que me gusta
estar solo y que me gusta tirarme en la cama de mi viejo cuando él
no esta a mirar en su televisión series de animación para adultos;
mientras tanto, (hablo ahora de aquella época en la que perdí por
segunda vez mi dni) pasaba diciembre, pasaba enero de 2019 y yo
seguía vago sin laburar sin estudiar demasiado y viendo pasar las
nubes y festejando (¿por qué me gustaba tanto ver como todo se
desintegraba?) el ascenso de la conflictividad social. quizás porque
soy un cínico y un resentido, me di cuenta de que la sección
policial de los diarios delataba un miedo obsceno que formaba parte
del acervo cultural de los hombres que como yo, habían nacido en un
barrio cajetilla de la provincia de buenos aires. ese miedo implicaba
la claustrofobia; y, al paso que íbamos, un treintañero con el que
intenté cojer una noche (pero el faso me condujo luego a rincones
oscuros de mi cerebro y logró que el cuerpo reaccionara con
impresionante imbecilidad) me dijo que tenían que salir las fuerzas
armadas a la calle y el boleto del autobús había subido tan de
repente en dos años que ahora los que quedaban excluídos de aquel
servicio que debiera ser una garantía estatal podían llegar a
considerar la idea de subirse a uno, afanarle a los pasajeros y, si
era necesario, reventarle la cabeza a quien se pusiera nerviose de
más. la mamá de un amigo también pensaba como algunes votantes de
bolsonaro, si dejamos que las cosas se pongan así de...¡violentas!
no es tan irrazonable que la gente aplauda cuando vea llegar al poder
a un señor que se autopromociona diciendo que está bien asesinar
asesinos: ¡el estado detenta, después de todo, el legitimo acceso a
la violencia! ¡y si un policia mata está cumpliendo su deber! pero
yo ya creía en ese momento (tenía en la mente, como muches, la
insidiosa historia de un dictador de la alemania del siglo XX que con
fervorosa pasión se dedicaba a encerrar personas en trenes para
enviarlas a trabajar en campos de exterminio) que lo realmente
criminal era juzgar al marginado por la sociedad por sus culpas
individuales; ¿sus culpas no eran más bien la síntesis humana de
un mundo que te condena a nacer en una villa miseria, con agua
contaminada un padre golpeador una madre golpeada y una necesidad
urgente de salir al mundo conseguir algo para comer y entonces crecer
de golpe, ser discriminado por negro y por analfabeto y por pobre? ¿a
dónde íbamos a parar con esto en la mente? yo ya sabía que
estabamos arruinades en ese momento. más tarde perdí las
esperanzas, porque sabía que en el futuro los ríos contaminados no
sanarían de pronto, y que, los ríos que aun quedaban puros no
tardarían otro cuarto de siglo en llenarse de cloro detergente y
heces. para felicidad de quien lea estas palabras, le puedo comunicar
que para el 2034 argentina ya no va a existir como estado nacional y
en 2037 las mareas subirán y la lluvia será absolutamente
radioactiva, por lo que sus chances de morir llegado ese momento
serán lo suficientemente elevadas como para no tener que sufrir más
en este pequeño infierno colorido que llamamos vida humana e
historia de la humanidad.