domingo, 14 de julio de 2013

¿¿??

(Una suerte de refugio subterraneo, amueblado de manera tal que resulta confortable. Hacia la derecha al fondo, un pasillo que se pierde en la oscuridad. Hacia la izquierda al frente, una pequeña escalinata que lleva al exterior. En el fondo, casi pegada a la pared, una mesa grande de madera rodeada de sillitas. También estantes con recursos, y algunos objetos de decoración de origen natural, como piedras, caracoles, maderas o plantas. Hay velas prendidas para iluminar la estancia, en la mesa, en cajones que están desperdigados y en el estante. En el centro, y exactamente en frente de la escalera de salida, una barricada improvisada hecha con bolsas y cajas, y un arma de fuego larga tirada detrás.)

ESCENA 1 - Zergán, Megara. Luego, Manisa.

(En escena, Zergán, un joven de entre dieciocho y veinte años, que viste ropas humildes y sucias. Puede tener raspones y otras lastimaduras. Esta jugando a un solitario en la mesa grande, de espaldas al público. La acción se prolonga por un breve rato, hasta que se escuchan sonidos del exterior. Zergan los detecta, y espera. Cuando ya se oyen pisadas que bajan lentamente las escaleras de entrada, corre detrás de la barricada, tomá el arma y apunta al umbral. Momento de tensión. Finalmente, entra Megara, una joven de dieciocho años, con vestimentas también humildes aunque un poco más cuidades que las de Zergán. Se asusta al ver que le están apuntando, suelta un grito y levanta las manos. Zergán se desconcierta al ver una figura femenina bajar, obviamente se esperaba otra clase de intrusos. Sin embargo, procede de forma desconfiada en un principio.)

Zergán: (Apuntando) ¿Quién sos?
Megara: Me llamo...Megara.
Zergán: (Que esperaba una respuesta más completa) ¿Qué más?
Megara: Soy...soy prisionera.
Zergán: (Baja el arma, se levanta) ¿Cómo entraste? ¿Cómo encontraste la entrada?
Megara: (Se relaja) Fue casualidad. Me estaba escondiendo, tropezé con una roca y...(sonríe) encontré un hueco que llevaba hasta la escalera.
Zergán: ¿Te vió alguien?
Megara: Creo que no.
Zergán: Muy bien. Pasa.
Megara: (Mira a su alrededor) Si alguien me llego a ver entrar...
Zergán: Nos matan (rie para suavizar la frase) Pero tranquilizate. Si decís que no había nadie, entonces estamos bien.
Megara: Que bueno (rie también)
Zergán: Zargán, mucho gusto (le extiende la mano).
Megara: ¿Eludiendo el trabajo forzado?
Zergán: Estabamos cansados. Nos rebelamos.
Megara: Por supuesto. Siento que tengo la espalda hecha pedazos, me duele todo.
Zergán: Ah, ¿Pero vos hace cuanto estás acá? Tenés pinta de ser nueva.
Megara: (Triste) Hace unas semanas me trajeron.
Zergán: (Rie) Entonces si a vos te duele la espalda, a mi...Mirá, yo soy de la primera camada.
(Se levanta el pantalón en la pierna derecha a la altura de la rodilla. Muestra el tobillo. Un número tatuado, el cincuenta y tres.)
Megara: (Asombrada) ¡Cincuenta y tres!
Zergán: Estoy acá desde los tres años.
Megara: ¡Que horror! Yo soy la número (se fija, levanta el pantalón. Lee.) Diez mil ciento cuarenta y seis.
Zergán: Novata (ríen). Desde los tres años aprendí a servir. Vos ahora te tenés que acostumbrar.
Megara: Bueno, me puedo acostumbrar, o me puedo quedar pasando tiempo en el...(mira) "refugio".
Zergán: Esa es otra opción. Vení, sentate (recoge las cartas de la mesa).
Megara: Pero creo que si comparás...no me mal interpretes: yo hubiera preferido que me esclavizaran a los tres años que a los dieciocho.
Zergán: Ah, ¿Sí?
Megara: Claro, quiero decir que vos seguramente no te acordás de tu país...ni de tus papás, tus hermanos y tus amigos. En cambio yo sé de donde vengo, vi como morían mis hermanos luchando por la patria y no sé que fue de mis padres.
Zergán: Ah, sí...es lo más feo de convertirse en esclavo.
Megara: ¿Vos no te acordas de donde venís?
Zergán: Para nada. Tal vez mi hermano sí, (aclara) tenía cinco años cuando vino, (continua) pero muy poco. (Pausa breve. Zergán recuerda.) Tengo un recuerdo aislado. Una imagen de esas que no sabés que había pasado antes o que pasó después. Estaba en un jardín con palmeras y arena, con mi hermano, y nos reta una vieja por algo que habíamos hecho antes...
Megara: Teniendo ese único recuerdo y tres años te debió resultar muy fácil desprederte de tu antigua vida. En cambio yo...
Zergán: A vos te va a costar mucho adaptarte. Todos los que vienen y tienen más de siete u ocho años sufren mucho el cambio.
Megara: Es razonable (suspira. Es obvio que esta triste y melancólica).
Zergán: (Intenta animarla) Pero vamos, descubriste este escondite. Te podemos ayudar a...a adaptarte.
Megara: ¿Podemos? (intenta sonreír) ¿Quién más sabe de este lugar?
Zergán: Un amigo, Vidor, mi hermano Milos, él fue el de la idea, y su novia.
Megara: ¿No van a poner objeciones a que me quede?
Zergán: No van a tener problemas. Tal vez desconfíen cuando te vean, como yo, pero luego van a aceptarte.
Megara: Gracias.
Zergán: Ya vas a ver, te vas a sentir muy a gusto. Parece algo deprimente (mira el refugio), pero cuando llegan Vidor y Milos todo se alegra. El lugar se llena de risas.
Megara: ¿Y en dónde están ahora?
Zergán: ¿Ahora? No estoy seguro...a veces a Vidor se lo llevan lejos, a hacer no sé que trabajos forzados. Y mi hermano...ahora mismo no sé donde esta. Sólo sé que no iban a llegar dentro de un rato. Por eso me asuste cuando escuché los pasos.
Megara: ¿Cómo no los descubren?
Zergán: Hacemos lo posible. Después de tantos años descubrimos que la vigilancia no es tan estricta.
(Pausa. No sabén de que hablar. Megara interrumpe el silencio. )
Megara: Vi que estabas jugando a las cartas...
Zergán: Sí. Hay que matar el tiempo de alguna manera.
Megara: Conozco un juego muy entretenido, a ver si lo conoces.
Zergán: (Trae las cartas) Tomá.
Megara: (Las mezcla y las reparte. Son naipes originarios de aquel mundo.) Es muy popular en mi país (se da cuenta). Era...supongo que ya no existe más.
Zergán: Somos los residuos de todos los países que desaparecieron. Se mezclan las culturas, las costumbres, la música...y los juegos de cartas (ríen).
Megara: (Explica un juego que el espectador no podrá relacionar con ninguno) El objetivo es formar parejas que den un total de veinte (señala las cartas, y elige un par) ¿Ves? Así.
(Mientras continua la explicación del juego, que obviamente el espectador no entenderá, entrará por el pasillo oscuro de la izquierda Manisa. Es una vieja jorobada que viste los despojos de lo que alguna vez fue un vestido blanco. Camina despacito y en silencio, y en un principio los personajes no se enteran de su presencia, como si se tratara de un espectro.)
Manisa: (Llama la atención. Voz desfasada y gangosa. Acento extraño.) ¡Buenos días!
(Megara naturalmente se asusta al percatarse de su presencia, pega un grito y salta de la silla. Zergán se levanta para tranquilizarla.)
Zergán: (A Megara) No te asustes. Se llama Manisa. (A Manisa, violento) ¿Qué querés?
Manisa: ¿¡Qué quiero?! ¡Lo de siempre! ¡Devuelvanme lo que es mío! ¡Quiero a mis hijos, quiero mis jardines!
Zergán: (A Megara) Es una vieja loca. Vive ahí atrás (señala el pasillo oscuro) desde hace (exagera) cuarenta años. Ya estaba cuando nosotros llegamos, imaginate.
Manisa: Callate. Irrespetuoso. Esclavo.
Zergán: (A Megara) Ignorala y ya se va ir solita.
Megara: ¿No te da lástima?
Zergán: Después de pasar un día con ella te va a dejar de dar lástima.
Manisa: El día en que los descubran ya me voy a cagar yo de risa. ¡Sucios! ¡Esclavos! (Grita) Me confinaron a las alcantarillas. Me la van a pagar. Vos y el retrasado de tu hermano. La única que tiene algo de cerebro en esta caverna es Anatema.
Zergán: (Corrige) Anarema.
Manisa: (Grita) ¿Eh?
Zergán: Se llama Anarema, no "anatema".
Manisa: ¡Que me importa! (se acerca al arma que se encuentra detrás de la improvisada barricada. Zergán le hace un gesto a Megara para que la ignore. Manisa examina el arma con interés. Luego la tira. Gritando, en un repentino ataque de furia, al ver que no le prestan atención.) ¡Vos y el reatrasado de tu hermano me van a pagar todo lo que me hicieron, hijos de puta!
Zergán: (Interrumpe) ¡Está bien! ¡Callate, no te soporto, no te soporta nadie, sos una vieja de mierda!
Megara: (Sorprendida por la violencia de la escena) ¡Para!
Manisa: ¡¿Qué dijiste, esclavo?!
Zergán: Que sos una vieja de mierda.
Manisa: ¡Sí, una vieja de mierda! Pero a ustedes ya los van a descubrir. ¡Como me voy a reir! ¡Como me voy a reir de vos y de tu hermanito!
Zergán: Yo voy a ser el que me ría de vos cuando te mueras, alcantarilla.
Manisa: Te maldigo, Zergán. Te maldigo no una, ni diez, ¡te maldigo mil veces esclavo!
Zergán: Ya te quedan pocos días, alcantarilla. Te vas a morir sola.
Manisa: Prefiero morir sola a ser esclava.
Zergán: (Explota. Se acerca gritándole y la empuja) ¡Vos también sos esclava, no te das cuenta! ¡Peor todavía, porque vivís debajo de los esclavos, entre los deshechos de los esclavos y alimentándose de los restos de los esclavos! Vieja ciega, no te das cuenta. Te creer el cuento de que por no tener cadenas, ni número (le muestra el tobillo) sos libre. Un día te vamos a agarrar y te vamos a dar una paliza para que entrés en razón, alcantarilla.
Manisa: ¡Maldito seas!(Se va cojendo, por donde vino. Desde la distancia) ¡El día en que te encuentren, me voy a reir, me voy a...(su voz se pierde).
Zergán: (A Megara, que se encuentra perpleja por lo que acaba de suceder.) Disculpame.
Megara: ¿Qué te hizo para que la trataras así?
Zergán: Jode. Jode siempre que puede.
Megara: Pero...pero no justifica que...la tratés...
Zergán: Sí que se justifica.
Megara: En vez de ayudarse mutuamente...en vez de ayudarse a salir de este lugar...
Zergán: Es ella la obstinada. La vieja esa vive escondiéndose. No nos puede ayudar en nada. Esta loca.
Megara: Bueno, pero aún asi...
Zergán: (Corta) Ya esta. No quiero hablar de esto.
(Pausa. Megara recoge y reparte las cartas, lentamente. Finalmente)
Megara: Y si tanto les molesta, ¿Por qué no sellan la entrada? (señala el pasillo oscuro.)
Zergán: (Seco) Por si tenemos que escapar.
(Otra pausa.)
Megara: Perdoname (se levanta) Me quiero ir.
Zergán: ¿A romperte la espalda trabajando?
Megara: Tengo miedo de que lleguen...tu hermano y tu amigo y que me echen como vos sacaste a esa vieja.
Zergán: Acostumbrate a la violencia, es algo común acá. Tanto ahí arriba (señala) como acá abajo.
Megara: Adiós.
(Se dirige a la escalera.)
Zergán: No te formes una mala imagen de mi por como trate a Alcantarilla.
Megara: ¿Y qué imagen me tengo que formar? ¿La de una persona intolerante que insulta a los que no soporta?
Zergán: La del hombre inteligente que sabe adaptarse a las situaciones.
Megara: Ni vos te la crees.
Zergán: Es así. Por lo menos acá, es así.
Megara: Era una viejita. Las cosas que le dijiste no se justifican, para nada.
Zergán: (Se levanta.) Vos no te das cuenta. Esa vieja es una desequilibrada mental. Esta afilando una navaja oxidada para cortarnos el cuello el día que no estemos prestando atención, estoy seguro.
Megara: Si tanto miedo te da la vieja, ahí tenés la solución (señala la escopeta tirada en el piso).
Zergán: No tiene balas. Sirve sólo para amenazar.
Megara: Bueno, no me refiero a eso. Quería decir que si querés, la matás.
Zergán: (Con vergüenza) No podría hacer eso...
Megara: En el fondo es sólo una vieja indefensa y loca, ¿no?
Zergán: Claro. Por más insoportable que sea...por más que se lo merezca...
Megara: Sí...
Zergán: Pero basta de hablar de Alcantarilla. Ya se fue, y si tenemos suerte no vuelve por unos días.
Megara: (Esboza una sonrisa. Luego de un breve rato, triste.) Jamás me voy a acostumbrar a la violencia.
Zergán: Como que no, ¡Todos se acostumbran! Al final, después de pasar semanas, meses...años...
Megara: Pero es un cambio abismal. Yo tenía la vida perfecta. Una casa llena de flores, con mis hermanas, mis hermanos.
Zergán: ¡Todos se acostumbran, te digo! Y el que no...
Megara: (Fatalista) Muere.
Zergán: Bueno, así son las cosas. Nosotros te vamos a ayudar, igual.
(Pausa breve.)
Megara: ¿Dentro de poco no nos van a llamar para pasar revista?
Zergán: En teoría...
Megara: Qué, ¿en la práctica no?
Zergán: Sí. Bueno, en realidad no se trata de eso. Hace meses que lo venimos notando, es algo raro. Es como si los que comandan esta cárcel estuvieran preocupados por otra cosa. Ya no hay tanta vigilancia como antes.
Megara: No es una cárcel.
Zergán: (Sorprendido por la acotación de Megara) ¿Ah? ¿Qué es entonces?
Megara: Un campo de...trabajos forzados. Pero digo, en una cárcel estaríamos bajo cuatro paredes de cemento.
Zergán: Las cuatro paredes están. La diferencia es que no están hechas de cemento, sino de alambre de puas.
Megara: Podemos respirar aire fresco, por lo menos.
Zergán: No sirve de nada. (Transición, empieza a ponerse nervioso.) ¿Ya se está poniendo el sol, decís?
Megara: Sí, creo yo que sí.
Zergán: Me voy a fijar. Esperame. (Zergán sale por las escaleras. Hay una pausa corta, y vuelve a entrar.) Es más tarde de lo que pensaba. Ya anochece.
Megara: Se nota, hace más frío (se percata de la actitud nerviosa de Zergán) ¿Qué pasa?.
Zergán: Ni Vidor ni mi hermano llegan. No pensaba que se iban a ir por tanto tiempo. Es raro. (Agarra una frasada apolillada que parece más una afombra vieja que una frasada. Se la ofrece a Megara) ¿Querés taparte? Por las noches hace frío, refresca mucho.
Megara: No, gracias.
Zergán: (Tira la frasada) Es una basura, ya sé, pero no hay otra cosa. En los dormitorios tampoco hay calefacción, ni frasadas limpias.
Megara: ¿Pasan la noche acá?
Zergán: Generalmente no (Señala el pasillo oscuro) está la vieja loca ahí adentro esperando la oportunidad para matarnos. Si nos quedamos, uno tiene que hacer guardia, y es una molestia.
Megara: ¿Y no se dan cuenta en los dormitorios de que faltan esclavos?
Zergán: (Se está poniendo muy nervioso, camina dando vueltas.) Se deben dar cuenta, no sé. Si vamos a los dormitorios, vamos a mitad de la noche, cuando están todos durmiendo. El problema en esos casos es la comida.
Megara: Tranquilizate. Vení, te termino de explicar el juego de cartas...
Zergán: No. ¡Que les pasa, no llegan más! Dijeron que hoy llegaban tremprano. Tal vez a vos te conviene irte, digo, si queres aparecer en las listas.
Megara: ¿No es demasiado tarde ya?
Zergán: No, no...todavía hay tiempo. Pasa que nosotros teníamos planeado llegar temprano para la hora de la revisión, así podíamos cenar y todo. Bueno, lo que se dice cenar...no se cena muy bien. Pero bueno, fuera de eso.
(Se escuchan sirenas en el exterior)
Megara: ¿Qué fue eso?
Zergán: Parecían sirenas.
Megara: (Preocupada) ¿No estarán buscando?
Zergán: No...no puede ser.
(Zergán se pone a buscar en el estante. Saca una lampara de aceite, y busca algo con que prenderla.)
Megara: ¿Qué estás haciendo? ¿Para qué queremos eso?
Zergán: Si pasa cualquier cosa tenemos que escapar por el alcantarillado de atrás. No te asustes.
Megara: No pasa nada...
(Por fin logra prender la lampara.)
Zergán: Muy bien. Tranquilizate. Yo te indico si tenemos que escapar.
Megara: (Chista, susurrando.) Escucho pisadas.
(Zergán se detiene para escuchar. Cuando las pisadas dejan de ser un sonido lejano, y los jóvenes se dan cuenta de que se dirigen hacia la entrada, bajando las escaleras, se acurrucan los dos detrás de la mesa, llenos de miedo. Zergán asoma la cabeza, Megara se la tapa con las manos, hecha un ovillo. Segundos de tensión.)
Voz: ¡Zergán! ¡Qué pasa! ¡Soy yo, Vidor!

ESCENA 2 - Zergán, Megara, Vidor.

(Los personajes se destienden.)
Zergán: (A Megara) ¡Gracias a dios! ¡Que susto! (Sale corriendo hacia la puerta.) Pasa, dale, apurate.
(Entra Vidor. Es un joven un poco más alto que Zergán, y de aspecto muy jovial. Se saludan.)
Vidor: ¿Qué te pasó? ¿Por qué no me recibiste? ¿No te diste cuenta de que era yo?
Zergán: Perdoname loco. Habíamos escuchado ruidos, ruidos de sirena. Nos asustamos. Todavía me late el corazón.
Vidor: No seas tarado. Dale, ultimamente estás muy paranóico. Yo te dije que dejaras el 'gruron' boludo, te esta haciendo mierda.
Zergán: (Recupera el humor) No tiene nada que ver, lo sabés de sobra. Como si vos no tomaras.
Vidor: ¿Dónde está Milos?
Zergán: ¿Eh? ¡Eso es lo que te iba a preguntar a vos! No me dijo en ningún momento a donde se iba.
Vidor: Para, para, ¿Estás con Anarema?
Zergán: Menos, hace días que no la vemos.
Vidor: ¡Y como es eso de "habíamos escuchado", "nos asustamos"!
Zergán: (Recuerda a Megara) ¡Aah! (A Megara) Vení, no seas tímida.
(Megara sale de su escondite, todavía algo desconcertada.)
Vidor: (Perplejo) ¿Quién es?
Zergán: Se llama Megara. Encontró el escondite por casualidad, y le dije que se quedara.
Megara: (Saluda, tímida) Hola.
Vidor: Hola, que tal...
Zergán: Es nueva en...
Vidor: (Lo interrumpe y lo lleva aparte. Susurrando, desconfíado) ¿Estás seguro Zergán?
Zergán: (Idem) Claro que estoy seguro. Se nota que no sabe nada, no tiene ni idea de como funciona este lugar.
Vidor: En todo este tiempo que llevamos en este escondite, no le contamos a nadie, pero a nadie de que existe. Y ahora de la nada traes a una chica que nunca antes habíamos visto.
Zergán: Confiá en mi. No va a pasar nada.
Vidor: Eso es lo que crees vos. Pero tal vez vigilan más sus movimientos que los nuestros, por ser novata digo, o yo que sé.
Zergán: Esta bien, Vidor, esta bien. Mirá, ya sabe que este lugar existe, no vamos a lograr nada echándola.
Vidor: No digo que la echemos, pero mantenela vigilada por lo menos.
(Dejan de hablar en secreto.)
Megara: Si molesto me voy.
Vidor: (Sonriente y alegre) No no, quedate. Va a ser mejor para todos. Que no salga nadie.
Zergán: ¿Qué queres decir?
Vidor: (Se sienta) Yo no estoy seguro de que pasa, pero hubo muchos movimientos raros últimamente.
Zergán: ¿Raros?
Vidor: (Tétrico) Amigo, no es por preocuparte, pero me parece que nos descubrieron.
Zergán: (Impactado) No, no Vidor. No digas estupideces.
Megara: (Para sí) Elegí el peor día para encontrar este escondite. (Se sienta)
Vidor: Están todos buscando algo. Hay equipos de búsqueda, con perros, con...
Zergán: (interrumpe) No puede ser, Vidor. ¿Justo hoy? ¿Después de dos meses sin que hubiera pasado nada?
Vidor: Algo pasó.
Zergán: No, tiene que ser una falsa alarma. Encima Milos no aparece.
Vidor: No tengo ni la más pálida idea de donde puede estar Milos.
Megara: Tal vez se fugó.
Zergán: No creo...
Megara: Y por eso hay tanta vigilancia y equipos de búsqueda.
Vidor: (Sonriéndole) Pero nos hubiera contado. (A Zergán) Milos nos hubiera contado, ¿no?
Zergán: (Duda) Si, por supuesto. ¿Cómo no iba a contarnos? Lo conocemos de toda la vida.
Vidor: (Ríe, jovial) Se debió fugar con Anarema.
Zergán: Que bueno que vuelvas a reir. Eso tranquiliza un poco.
Vidor: (Riendo)El 'gruron' también tranquiliza.
Zergán: Sí, por supuesto, pero no queda más.
Vidor: Yo traje.
(Vidor sale por la izquierda, y acto seguido vuelve con dos botellitas opacas.)
Megara: Eso es lo que toman los oficiales.
Vidor: Sí, tienen bodegas llenas. ¿Lo probaste alguna vez?
Megara: Jamás.
Vidor: (Ríe) Hacelo, no te vas a arrepentir.
Zergán: (Se quedó pensando en lo otro) ¿La viste a Anarema hoy?
Vidor: (Primero no entiende la pregunta, luego se da cuenta de que cambió de tema.) ¡Ah! No. No te sacaste el tema de la cabeza. Perdoname Zergán, no tendría que haberte contado nada, sólo te preocupe.
Megara: Anarema es...¿La novia de tu hermano?
Zergán: Sí, aunque suene raro eso de tener novia en una cárcel.
Vidor: Bueno, de alguna manera hay que distraerse (ríe. Mientras saca unos vasos.) Pero si me preguntás, a mi no me cae muy en gracia esa chica. Nunca confíe en ella.
Zergán: Si Milos confía...
Vidor: Sí, ya sé, ya sé. Pero no soy tu hermano. Nunca la llegue a conocer bien, eso es todo. Y me desagrada, es una histérica. (Sirve la bebida, le ofrece a Megara) Tomá, proba.
Megara: Gracias (Tomá la copa y empieza a tomar de a sorbitos.) Es buena.
Vidor: Por supuesto que es buena. (Se sirve un vaso entero y se lo toma de un saque. Se sienta, exhala.) Lo necesitaba. (Risa general.)
Zergán: (Sirviéndose, mientras ríe) Después soy yo al que le "esta haciendo mierda" el 'gruron'.
(Vidor se sirve de nuevo, haciéndose el desentendido con un gesto.)
Vidor: ¿Pasó algo más mientras no estaba?
Zergán: Nos visitó Alcantarilla.
Vidor: Esa vieja puta...¿Qué hizo?
Zergán: Nada, nos maldijo, como siempre.
Vidor: Hace rato que no venía igual.
Zergán: Claro, ya la estabamos extrañando.
Vidor: ¿Está más o igual de loca que siempre?
Zergán: Un poquito más loca que la vez pasada.
Vidor: (Ríendo) ¿Te acordás cuando Milos se enojo y le tiró un tomate en la cara?
Zergán: ¡Te acordás! No volvió como por cinco días.
Vidor: Lo peor de todo es que es orgullosa la vieja de mierda.
Megara: (Incomoda) No digan esas cosas, ustedes dos son malos.
Zergán: (Bajo, a Vidor) Es que le da lástima que tratemos mal a Alcantarilla.
Vidor: (A Megara, práctico y algo burlón) No tiene nada de malo hablar mal de una persona que habla mal tuyo a tus espaldas. Por lo tanto, es justo y necesario hablar mal de Alcantarilla.
Megara: (El efecto cómico de la explicación surge efecto) No seas tonto. Hablo en serio.
Vidor: Yo también.
Zergán: (A Megara) Te dije que Vidor siempre alegra el lugar, es un tonto.
Vidor: Por eso hoy te sorprendí hablando tan serio, con eso de que presuntamente nos encontraron.
Megara: Pero al final parece que fue una falsa alarma, ¿no?
Vidor: No sé. Hasta ahora...
Zergán: Igual, estamos bien escondidos, acá abajo. Y en todo caso podemos escapar por ahí (señala el pasillo oscuro).
Megara: ¿Lleva a algún lado?
Zergán: No sabemos. Algún día tendríamos que averiguar.
Vidor: Ya no se usan más esas alcantarillas.
Zergán: Se dejaron de usar hace un montón. Dicen que son gigantes.
¿?
Zergán: (A Megara) Eso es importante. No le tenes que contestar a nadie, ni al jorobado Ranatari.
Megara: ¿Quién es ese?
Vidor: (Riendo) ¿Nunca lo viste al jorobadito? Es un hijo de puta. No se lo aguantan ni los oficiales.
Zergán: Que raro que nunca lo hayas visto. Está siempre por ahí dando vueltas.
Vidor: Es bajito, feucho, con el pelo negro, ojos marrones...
Zergán: Jorobado...
Megara: Nunca lo vi. Yo ubico a uno bajito, gordo, medio pelado, ¿No es él?
Zergán: No, te los estás confundiendo. Ese se llama Gluratari. Creo que es el más simpático de todos los oficiales.
Megara: ¿El jorobado este que dicen ustedes, en que parte trabaja generalmente?
Vidor: En ninguno. Pasa que no es oficial, es como una mascota del jefe del campo.
Zergán: (riendo) Es el perrito.
Vidor: (también ríe) Sí, por poco no ladra cuando lo llaman.
Megara: (Se contagia de la risa) Me extraña que nunca lo haya visto.
Vidor: Milos siempre se burla de como habla.
Zergán: Es un genio. Para mi que hasta le tiene miedo.
Vidor: Y a veces su amo no le da pelota.
Zergán: Terminan sin castigar a nadie.
Megara: En el ala de las mujeres tenemos a una que es insoportable.
Zergán: Ah, sí. ¿Cómo se llama?
Megara: Malinara, creo yo.
Vidor: Sí, a esa sólo se la fuman las chicas.
(Se escuhan sirenas de nuevo, ahora un poco más cerca.)
Megara: (Preocupada) ¿Escucharon?
Zergán: Pensaba que ya habían parado de sonar...
Vidor: ¿Me asomo a ver?
Zergán: Mejor no, quedate.
Megara: Tu hermano tendría que haber llegado ya, ¿no?
Zergán: Sí, no sé que le pasa.
Vidor: No te preocupes, seguro que esta bien. Tal vez se fue a los dormitorios.
Zergán: (No está convencido) Puede ser...
Vidor: ¿Hay algo para comer?
Zergán: No tenemos nada, fijate si querés.
(Vidor se levanta para revisar los estantes. Se sienta, poco después abatido por no haber encontrado nada.)
Vidor: Hoy tengo hambre, no sé que me pasa. Me parece que ayer tampoco comimos nada...
Zergán: Ayer tampoco, sólo un pedazo de pan a la noche.
Vidor: Que raro, y eso que me acostumbre a pasar hambre.
Zergán: Por lo menos nos alimentan. No hay gente desnutrida en este lugar.
Megara: Que raro, ayer se escucharon rumores de unos tres que murieron de hambre.
(Vidor y Zergán intercambian una mirada de desconcierto.)
Zergán: (A Vidor) ¿No te enteraste vos?
Vidor: No, para nada. Que raro...
Megara: Pensé que lo sabían todos ya.
Zergán: Hace rato que no nos pasamos por los dormitorios, supongo que por eso no sabemos nada.
Vidor: (A Megara) ¿Escuchaste algo de falta de comida o algo así?
Megara: Es un rumor, un rumor débil. Los oficiales lo niegan.
Vidor: Algo está pasando.
(Ruidos de sirenas.)
Zergán: Tengo una sensación de vacio...no sé porque. ¿Hoy nos quedamos a dormir acá, que te parece?
Vidor: ¿Jugamos...jugamos a las cartas?
Zergán: Pará, contestame.
Vidor: Sí, mejor va a ser que nos quedemos.
Megara: (Se da cuenta de que algo anda mal) ¿Qué pasa?
Zergán: Nada, en serio. No te preocupes.
Vidor: ¿Dónde estás las cartas? No las encuentro (busca en los estantes.)
Megara: (Tantea a su alrededor, las encuentra.) Acá, las tengo yo.
Vidor: Dame.
Zergán: ¿A qué jugamos?
Vidor: No sé.
Zergán: Ya me aburrieron todos, la verdad.
Megara: Te puedo terminar de enseñar el juego de hoy (aclara) se puede jugar de a tres.
Vidor: (Le pasa las cartas, se disponen para jugar.) A ver.
Megara: (Mezcla y reparte) Muy bien. Hay que formar una mano que de un total de veinte.
(Un fuerte estruendo interrumpe la explicación. Ruido de sirenas, cercanas. Megara, en el susto, tira todas las cartas que tiene en la mano.)
Zergán: ¿Qué está pasando?
Megara: ¡Que susto!
Vidor: Voy a salir a ver (Se levanta) Ya vuelvo.
Zergán: Cuidado.
Vidor: Me asomo y vuelvo.
(Vidor sale. Megara recoge algunas cartas y luego agarra la frazada que está tirada. Los personajes están espectantes.)
Zergán: ¿Tenés frío?
Megara: Sí, mucho.
Zergán: Las noches suelen ser frías.
(Vidor entra de nuevo.)
Vidor: No vi nada raro. No sé que está pasando.
Megara: ¿No expotó nada?
Vidor: Si explotó algo no se ve.
Zergán: Y encima Milos no aparece...
Vidor: Deja de preocuparte por él, debe estar en los dormitorios.
(Se sientan, preocupados.)
Vidor: (Intenta cambiar de tema, para despejar el ambiente) ¿Les cuento algo que escuché por la tarde? Decián unos que más allá del mar (pausa, a Megara) ¿Vos conoces el mar?
Megara: Si, íbamos de vacaciones, (explica, al ver que no entienden) un tiempo del año en el que no se trabaja ni estudia.
Vidor: Que lindo. Mirá, mi sueño es conocer el mar.
Zergán: No seas tarado.
Vidor: ¡Es en serio!
Megara: Es muy bonito, si algún día nos liberan, no te lo tendrías (se da cuenta de que la perspectiva de liberación no es cercana)...que perder.
Vidor: (Soñado) Algún día...
Zergán: (Rompe la ensoñación) Nos estabas contando...
Vidor: ¡Ah, sí! Decían que más allá del mar, kilómetros y kilómetros por detrás de la costa existe un imperio, en el que, escuchen, tienen prisioneros, que en vez de hacerlos hacer trabajos forzados como nosotros, los hacen luchar hasta matarse en estadios para que la gente se divierta.
Megara: ¡Que horror!
Zergán: ¡Ja! Prefiero mil veces hacer esto, que encima te permite escabullirte sin que se den cuenta, que luchar a muerte para divertir a la gente, ¿En dónde te escondés si vivís en un lugar como ese?
Vidor: Pienso lo mismo...
(Abandonan el tema, están demasiado preocupados. Pausa prolongada. Cada uno se queda pensando en sus cosas. Luego de un tiempo.)
Megara: ¿Se acerca alguien?
(Los personaje se ponen expectantes.)
Zergán: ¡Es Milos!
Voz femenina: (Gritando, preocupada.) ¡Milos! ¡Milos! ¡¿Estás acá, Milos?!
(Entra Anarema, corriendo. Es una joven de pelo largo y negro, bella, pero en este momento algo desaliñada. Es evidente que está nerviosa.)

ESCENA 3 - Zergán, Megara, Vidor, Anarema.

(Zergán y Vidor se levantan, recibiendo a Anarema. Megara se queda sentada, semioculta bajo su frazada.)
Anarema: ¡¿Y Milos?!
Zergán: No está.
Vidor: Pensabamos que estaba con vos...
Anarema: ¿Y qué hacen ustedes acá sin él?
Zergán: No te entiendo.
Anarema: ¿No les contó lo que iba a hacer?
Zergán: ¿De qué hablás?
Anarema: (Desfallece) ¡No saben nada! Me vine hasta acá, me hice todo el camino corriendo, ¡para nada!
Vidor: (Aparte, a Zergán) Está loca.
Zergán: ¿Qué te pasa? ¡Tranquilizate!
Anarema: Ustedes dos no se enteran de nada, ¡Nunca se enteran de nada! Me podrían ayudar un poco, por lo menos.
Zergán: (Exasperado) ¡Pero ayudarte en que! ¡Explicate bien, mina!
Vidor: (Burlón) Mira, vos lo que necesitas es sentarte y tomarte un buen vaso de 'gruron' (señala, invitando a que se siente).
Anarema: ¡No se dan cuenta ustedes dos que esto es serio! Pasa que son unos nenes, no maduraron jamás. Piensan que es una joda esto.
Zergán: (Agresivo) Está bien, está bien, como vos digas. Si viniste acá a sermonearnos te podes ir yendo bien a...
Anarema: (Interrumpe) No, no me entendés Zergán. No vine para sermonearlos. En eso sos igual a tu hermano, (despectiva), siempre lo copiaste en todo, nunca pudiste hacer nada por tu propia cuen... (en su apuro no se había dado cuenta de la presencia de Megara. Ahora la descubre. Señalándola.) ¿Quién es esa?
Zergán: Se llama Megara. Descubrió el escondite por accidente.
Anarema: (Hace un gesto, se golpea la cintura) ¡Lo que faltaba! ¡Ahora vas divulgando nuestro secreto!
Zergán: Para un poquito, Anarema. Vos en un principio tampoco estabas incluida en este lugar. Mi hermano fue el que te lo contó, y muy a nuestro pesar. Vos tenés tanto derecho a estar acá como ella.
Anarema: ¡Pero Zergán, no te das cuenta, no es lo mismo!
Zergán: Es lo mismo, ¡Que diferencia hay!
Anarema: ¡Por Dios Zergán, abrí los ojos!
Megara: (Se levanta) ¡Basta, por favor! No se peleen por mi. Me voy, y dejo de molestar.
Anarema: ¡Ja! Y de que sirve. Te vas pero conociendo este lugar.
Vidor: (Toma a Megara y la sienta) Mejor no te metas.
Zergán: Yo me hago cargo de todo lo que ella pueda hacer, ¿Qué te parece?
Anarema: (Se desploma, abatida contra la pared. Con las manos en la cabeza.) No te das cuenta, Zergán, no te das cuenta de nada. Sos un bruto. (Llora en silencio.)
Vidor: (Se acerca a Zergán, le pone una mano en el hombro, para evitar que reaccione agrediendo a Anarema.) Calmate Zergán. (Mira a Anarema)Vamos a sacarla para que puedas pensar en paz.
Zergán: (Se corre) Milos se va a enojar.
Vidor: ¡Que importa Milos!
Zergán: ¿Cómo que que importa? Ella es su novia, él es mi hermano, vos sos su amigo...y en el fondo, es él el que se encarga de todo en este lugar.
Vidor: (Confidencial, en el tono de quien cuenta una noticia fatal) Si no sabes leer lo que la gente te dice, Zergán, te lo voy a traducir. Probablemente Milos esté muerto en este momento.
(Zergán se aleja, el golpe es demasiado fuerte. Vidor se deja caer en una silla.)
Zergán: Estás diciendo cualquier cosa. No sabés. No es seguro.
Vidor: No es seguro, es probable.
Zergán: (Grita) ¡No!
Vidor: Calmate Zergán. Me duele tanto como a vos, ya sabés.
Zergán: (A Anarema) ¡¿Es verdad?! (No le responde) ¡Contestame!
Anarema: (Se reincorpora) Si Milos era ya un estúpido y un insensible, vos lo superas con creces.
Zergán: ¡Decime si está muerto o no!
Anarema: ¡No sé! Estoy acá perdiendo el tiempo, cuando podría estar buscándolo.
Zergán: ¡Andate! Sos un dolor de cabeza, una inservible.
Anarema: (Le pega una cachetada. Breve pausa) Ah, yo no me merecía esto. Me juego la vida, hago equilibrios para que puedan seguir viviendo en este garito y así me lo agradecen. Cuando esten esperando a que los ejecuten no me vengan a llorar.
Zergán: (Resentido) Andate, te estoy echando.
Anarema: Me voy sola.
(Sale por la izquierda. Pausa.)

ESCENA 4 - Zergán, Megara, Vidor.

Vidor: Viejo, calmate. (Sirve un vaso de 'gruron', se lo ofrece.) Tomá.
Zergán: (Lo rechaza. Se sienta, apoyandose sobre la mesa. Dolorido, furioso.) No quiero.
Vidor: Te va a hacer bien (hace un gesto de hombros y se lo toma él).
Zergán: A Milos no lo van a matar como a un tarado.
Vidor: No sé que decirte. Tal vez él se buscó la muerte.
Zergán: (Lo mira con odio) Y vos te estás buscando una piña.
Vidor: Que querés que te diga.
Zergán: Está vivo.
Vidor: Zergán...
Zergán: No me hablés.
Megara: (Aparte, a Vidor) En que día vengo a encontrar este lugar.
Vidor: Seguro vos ya te enteraste de que está pasando.
Megara: Más o menos. ¿Vamos a morir?
Vidor: (Le sonríe, resignado a su suerte) Es lo menos que podemos pedir, que nos maten acá, rápido y sin dolor. Que no haya tortura de por medio.
Megara: Soy desgraciada...
Vidor: Hay gente que está peor.
Megara: ¿Van a venir ahora?
Vidor: (Hace un gesto) Sí. Dentro de poco.
Megara: ¿A qué se refería cuando dijo que gracias a ella están vivos?
Vidor: Yo ya lo sospechaba hace rato. A este lugar no lo descubren porque no se dan cuenta...
Megara: Se enteraron hace mucho, ¿No?
Vidor: Vos sos más rápida que este (señala) y su hermano.
Megara: ¿Por qué no les avisaste?
Vidor: No había tiempo, no me habrían creido...yo que sé.
Megara: Bueno, todavía no es tarde...digo, podríamos escapar.
Vidor: ¿A dónde?
Megara: Vos conoceras algún lugar.
Vidor: Conocer, conozco. Pero no tiene sentido. Ya es tarde.
Megara: No te entiendo. ¿Nos vamos a quedar acá quietos esperando para que nos maten? Yo no me voy a quedar quieta.
Vidor: Es de noche, está oscuro, hace frío. No sabrías a donde ir. No te molestés. Ya nos morimos. Estamos en nuestra tumba.
Megara: (Se levanta) Entonces me voy yo sola. Adiós.
Vidor: ¡No, no te vayas! Espera un poco. (Busca un excusa) Mirá, ya ha de haber soldados afuera.
Megara: ¡Que me importa!
(Vidor se levanta y la agarra del brazo, la lleva a un rincón.)
Vidor: ¿Sabés algo?
Megara: No, ¿Qué querés?
Vidor: Sos linda.
Megara: (Entre asombrada y ofendida) ¡Ah! Me parece que no es el momento. (Se suelta y va hacia la salida.)
Vidor: ¡No va a haber otro!
Megara: Estás loco.
Vidor: No estoy loco. Disfrutemos lo poco que nos queda de vida.
Megara: ¡Qué te crees que soy! ¡Enfermo!
Zergán: (Interviene) Basta Vidor, estás haciendo el ridículo.
Vidor: (Explota) ¡Vos sos el rídiculo! ¡Tu hermano fue el ridículo! Que de paso, me parece que no hace falta dejartelo más claro, está bien muerto. Esto me pasa por haberlos seguido a ustedes dos a este lugar! ¡Que desgracia! ¡Esta va a se rnuestra tumba!
Zergán: (Se levanta) ¡Hijo de puta! ¡No espero a que lleguen los soldados, te mato ya con mis propias manos!
Vidor: ¡Intentalo!
Megara: ¡Basta, dejen de pelear!
Zergán: ¿Qué?
Megara: (Casi llorando del miedo) ¡Escucho pasos! ¡Hay gente viniendo!
(La escena se paraliza, los personajes se detienen. Esperan, expectantes. Entran Jenarami, el soldado, vestido en un traje de oficio no muy moderno, con un arma en la mano, Salutari, el oficial mayor, con porte marcial, y Ranatari, el jorobado, que en contraposición, resulta patético.)

ESCENA 5 - Zergán, Megara, Vidor, Jenarami, Salutari y Ranatari. Luego, Manisa.

(Jenarami amenaza a los jovenes con su arma, obligándolos a mantenerse quietos. Ranatari se mueve por todo el escondite, revisando todo lo que encuentra.)
Salutari: (Autoritario, despectivo.) Así que estos son los dichosos esclavos que, prefiriendo trabajar, pasan el día holgazaneando sin hacen nada. Me esperaba algo...distinto.
Zergán: (Desafiante) ¿Qué hace usted acá? Se va a ensuciar el traje.
Vidor: (Conteniéndolo) Basta viejo, ya no tiene sentido.
Salutari: ¿Qué que hago acá? Decidí verlo con mis propios ojos, ¿Acaso no puedo? Este campo está bajo mi mando, después de todo. El hecho de que ustedes cumplan con su deber me corresponde a mi, y a mis subordinados.
(Ranatari ha examinado la barricada, y se encuentra ahora con el arma que está tirada en el piso.)
Ranatari: (Burlón) Cuidado jefe, están armados (Risa grotesca.)
Salutari: Callate.
(Ranatari hace un gesto. Examina el arma, se encuentra con que no tiene balas. El hecho le produce risa.)
Ranatari: ¡No tiene balas, jefe! (A Zergán) ¿Dónde sacaron esto?
Salutari: ¡Que te calles, te dije! Ya nos vamos a enterar después como hicieron para conseguirlo.
Zergán: ¿Dónde esta mi hermano?
Salutari: ¡Ja! Me preguntas como si yo supiera que tenes un hermano.
Zergán: No se haga el estúpido, ¿Lo mataron?
Salutari: (Se encoge de hombros) No sé. Me es indiferente. Pero si no lo hicimos, lo voy a incluir en mis planes. (A sus acompañantes) ¿Que saben ustedes?
Jenarami: La brigada de persecución estuvo muy activa hoy.
(Salutari le hace un gesto expectante a Renatari, esperando una confirmación.)
Ranatari: El joven Jenarami tiene razón. Un esclavo intentó huir hoy, cuando moría la tarde. No tuvimos más noticias.
Salutari: (A Zergán) ¿Y bien? ¿Te es suficiente esa información?
Zergán: (Siempre desafiante) No, me gustaría que fueran más específicos.
Salutari: ¿Eso es una orden? Recorda quien es quien acá adentro.
Zergán: Podemos ser tus esclavos fuera, pero este escondite es sólo nuestro.
Salutari: (Riendo, a sus subordinados) ¡Pobre chico! Vamos a tener que romperle la ilusión.
Ranatari: ¿No le pega, señor?
Salutari: ¿Qué sentido tiene? Para mi ya es un cadaver.
Ranatari: Bueno, con más razón. Bajo ningún precepto dejaría que un cadaver me faltara el respeto (Ríe).
Salutari: Callate. No sé para que te traje, no haces más que molestar.
Ranatari: (Sigue riendo, tentado) En todo caso, soy una molestia necesaria. ¡Que sería de usted sin mi!
Salutari: (A los jóvenes, ignorando a Ranatari) Vamos, hagamos esto rápido.
(Ranatari se saca del traje una cajita llena de papeles. Se siente el piso, infantil, y empieza a revolver.)
Ranatari: A ver...
Salutari: ¿Quién quiere pasar primero?
Zergán: ¿Nos matan acá? ¿Ahora?
Salutari: No, sólo queremos saber quienes son. La ejecución va a ser pública.
Ranatari: ¡Vamos, que alguien de sus datos!
Vidor: (Se adelanta. En contraposición a Zergán, dócil, con miedo.) Yo.
(Silencio, no se anima a hablar.)
Ranatari: ¡Vamos!
Vidor: Me llamo...Vidor.
Salutari: El número, idiota.
Vidor: (Reacciona) ¡Ah! (Muestra el tobillo) Cincuenta y siete.
Salutari: ¡Cincuenta y siete! Un veterano, ¿eh?
(Ranatari revisa sus papeles. Se le mezclan y salen todos disparados en una escena de supuesta comicidad que resulta grotesca.)
Ranatari: ¡Oh!
Salutari: ¡Tenías que ser inutil! Me voy a buscar otro secretario.
Ranatari: (Lo encuentra) ¡Espere, espere! Acá lo tengo. Número cincuenta y siete. (Lee) "Responde al nombre de Vidor. Fecha de ingreso (saltea aquellos datos que no le interesan leyendo rápido, inentendiblemente) no tiene faltas remarcables, acude regularmente al trabajo...
Salutari: (Lo interrumpe) ¿Hace cuanto que no actualizas esas fichas?
Ranatari: No mucho. (Salutari hace un gesto) ¡Bueno, eh, que las muertes las llevo a fecha!
Salutari: Seguí leyendo.
Ranatari: "Estado de salud normal, manejo regular del idioma, país de origen desconocido, contacto fluido con otros prisioneros..."
Salutari: De la primera tanda de prisioneros. Ya quedan pocos, menos de veinte, supongo. Jenarami, las esposas.
(Jenarami avanza y coloca unas esposas en las muñecas de Vidor, que no se resiste. Se posiciona cerca de la salida.)
Ranatari: Siguiente...
(Silencio.)
Salutari: ¡Vamos, como si hubiera mucha gente! (A Zergán) ¡Número!
Zergán: No soy un número.
Salutari: Joven estúpido...
Zergán: Me llamo Zergán, no soy un número.
Salutari: ¡Jenarami!
(Jenarami avanza, y forzejea con Zergán. Es obvio que el soldado tiene una mejor preparación física, y lo derriba. En el piso, revisa el número que tiene en el tobillo. Aprovechando la falta de atención de Jenarami, Megara agarra la lámpara de aceite, y sale corriendo hacia las alcantarillas. Su intento de huida se ve frustrado, sin embargo, por la aparición de Manisa con un cuchillo en la mano. Para este punto, Jenarami se ha repuesto y está apuntando a Megara.)
Salutari: ¡Desgraciada, casi se escapa!
Jenarami: (Por Manisa) ¿Quién es esa mujer, señor? ¿Disparo?
Salutari: Espera...
Ranatari: Esa vieja...no me suena de ningún lado. O sí. Pero no sabía que seguía viviendo.
Manisa: (Gritando) ¡Acá la tengo, señores! ¡Merezco una recompensa! ¡Merezco una recompensa! ¡Atrape a la esclava, la atrape!
Salutari: Esta mujer quiere algo a cambio, perdió la cabeza.
Ranatari: Ella vivía en este lugar antes de que lo tomaramos. Murieron su esposo y sus hijos. Pensabamos que ella también estaba muerta.
Salutari: En lo que a mi respecta, esta mujer no existe. Jenarami, empujala de vuelta a las alcantarillas.
(Jenarami avanza, le saca el cuchillo a Manisa y la empuja. Zergán intenta levantarse, pero el golpe lo dejó inmovilizado. Megara llora.)
Manisa: ¡No me toquen!
Jenarami: Vamos señora, vaya, vaya adentro.
Manisa: (Alejándose) ¡Me merezco a mis hijos de vuelta por lo que hice!
(Jenarami se queda protegiendo la puerta del alcantarillado.)
Salutari: Vieja lagartija...(A Megara) Y vos...no me esperaba eso de vos.
Vidor: ¿Ves Megara? Te dije que no tenía sentido escapar.
Megara: Pusilánime...
Salutari: ¡Silencio!
Ranatari: En que estabamos...
Salutari: ¡Jenarami, el número del recluso...este (Señala a Zergán)!
Jenarami: Cincuenta y tres, señor.
Salutari: Muy bien.
Ranatari: (Buscando en el desorden de hojas.) A ver, a ver...
Salutari: (Después de un rato) ¡Más rápido!
Ranatari: Sí, sí...emm...Acá está. (Lee) "Responde al nombre de Zergán. Llegó a los tres años..." Bueno, todo normal, normal...tiene un hermano, bueno, ya lo sabíamos. Es el número cincuenta y dos.
Salutari: Esa fue la oveja que descarrió al resto.
Ranatari: (Por Zergán) Para él, recomiendo un cástigo peor que el de los demás.
Salutari: Ya vamos a ver después los castigos. (A Jenarami) ¡Las esposas!
(Jenarami avanza, lo levanta y lo esposa. Ahora Zergán no opone resitencia, su voluntad ha sido violada.)
Ranatari: Sólo queda la chica que intentó escapar.
(De repente, entra Anarema por la izquierda.)


ESCENA 6 - Zergán, Megara, Vidor, Jenarami, Salutari, Ranatari y Anarema.

Salutari: (Sorprendido) Anarema.
Anarema: (Jadea) Salutari, escuchame un momento.
Salutari: No Anarema. Te dije que me esperaras en mi habitación.
(Zergán reacciona al oir lo último.)
Zergán: (Gritando) ¡Anarema! ¡Zorra! ¡Puta!
Salutari: (A Zergán) Callate. (A Anarema) No voy a seguir soportando este desacato.
Anarema: Por favor, es urgente.
Salutari: ¡Qué querés! Ya te concedí unos cuantos favores...
Zergán: ¡Ramera, zorra!
Anarema: No te voy a pedir que los liberes, bien se merecían...eh...lo que les esta sucediendo. No se trata de eso, si es lo que pensas.
Salutari: Vamos, al grano. ¿De qué se trata entonces?
Anarema: Sólo...quiero saber que pasó con Milos.
Salutari: No te importa.
Ranatari: (Agrega) Tampoco lo sabemos.
Anarema: Por favor, ¡te lo pido de rodillas! (se arrodilla).
Zergán: ¡No te hagas la que te importa! ¡Queres quedar bien nada más, zorra! ¡Nunca te importó! ¡Lo usabas!
Salutari: ¡Callen a este loco de una vez!
(Jenarami responde y le pega a Zergán, dejándolo de nuevo en el piso.)
Ranatari: (Mira su reloj) Jefe, perdemos el tiempo...
Salutari: Ya va, Ranatari. Paciencia.
Anarema: ¿Qué te cuesta decirmelo?
Salutari: ¡No es de tu incumbencia! Acá seguís siendo una esclava como los demás. No hay distinción entre vos y...(despectivo) ellos...
Anarema: ¡Claro que hay distinción! ¡A mi no me ejecutas, a pesar de haber estado acá muchas veces! Estoy en un nivel más alto que ellos.
Salutari: ¡Como te atreves!
Ranatari: Hoy es el día de faltarle el respeto, señor.
Salutari: ¡Silencio, enano inmundo! (A Anarema) Empecemos por el principio. No deberías tutearme.
Anarema: ¡Exijo que me reconozcas! Después de años debajo de tus sábanas deje de ser una esclava común y corriente.
Salutari: "Exijo que me reconozca" ¡Te volviste loca! ¡Yo soy el oficial más importante de este lugar y una esclava...
Anarema: (Interrumpe) Este lugar va a dejar de existir dentro de poco, si no te diste cuenta.
Salutari: Basta. (Decepcionado) Mira lo que me haces hacer, Anarema. La ambición corrompe a los humanos...¡Jenarami!
Jenarami: ¿Señor?
Salutari: (Silencio expectante) ¡Las esposas!
Jenarami: Muy bien, seño...
Anarena: (Después de un momento de indecisión) ¡No! (Sale corriendo por las escaleras. Jenarami hace el amago de salir corriendo, pero se da cuenta de que no tiene sentido.)
Salutari: ¡Mierda!
Ranatari: Tranquilicese.
Salutari: ¡Hoy todo me sale mal!
Jenarami: Espere señor, dejamos soldados apostados en la salida.
Salutari: Estúpido, es Anarema, la van a dejar pasar como si nada.
Ranatari: Tal vez escucharon la conversación...
Salutari: ¡Que van a escuchar! ¡Estamos metros bajo tierra!
Zergán: (Se recupera, con dificultad.) Esa zorra...
Salutari: Cría cuervos y te arrancaran los ojos...
(Se escuchan ruidos de disparos y explosiones)
Ranatari: Jefe, le digo que perdemos el tiempo.
Salutari: (Incrédulo) ¡No puede ser! ¡¿Cómo es que ya llegaron hasta este punto?!
Jenarami: Señor...
Ranatari: Vayamos rápido, hay que organizar las tropas de la retaguardia.
Salutari: ¡No me das órdenes!
Vidor: ¿Puedo preguntar...qué esta pasando?
Salutari: No te importa.
Ranatari: Hay que esposar a la chica.
Salutari: Jenarami, vamos.
(Jenarami se adelanta y esposa a Megara.)
Ranatari: No sabemos de quien se trata...
Salutari: ¡Que importa! ¡Que importa! Dejemos de lado las formalidades.
Ranatari: Como quiera...(Ordena los papeles tirados en el piso, dejando apartadas las fichas de Zergán y Vidor.)
Salutari: ¡Jenarami! ¡Encargate de esta basura! ¡Que nadie entre y que nadie salga! Vamos, Ranatari.
(Salen Salutarui y Renatari.)

ESCENA 7: Zergán, Megara, Vidor, Jenarami.

(Jenarami se sienta en el piso, cerca de la salida, y saca un pequeño chocolate para reponer energías. Zergán, Megara y Vidor se sientan, esposados, en la mesa.)
Megara: Es el fin...
Zergán: Por lo menos...intentaste hacer algo.
Megara: Gracias...
Zergán: En serio, me sorprendió mucho que intentaras escapar.
Megara: Pero al final...no sirivió de nada.
Zergán: Si no hubieras descubierto este lugar...
Megara: Pero lo descubrí. No sirve de nada lamentarse.
(Se escuchan renovados disparos. Jenarami se levanta, expectantes.
Vidor: Algo está pasando afuera.
Zergán: Desde hoy que se escuchan cosas.
Vidor: ¿Intento preguntarle al soldado?
Zergán: Intentando no perdemos nada...
Vidor: (Alza la voz, a Jenarami) ¿Qué es lo que está pasando?
Jenarami: (Gentil) Nos atacan. Están intentando tomar la posición. Es un enclave estratégico para las fuerzas enemigas.
(La noticia del ataque genera de pronto, una expectativa de liberación cercana en los prisioneros. Recuperan un poco los ánimos.)
Zergán: ¿Ataque enemigo?
Megara: (Bajo) ¿Será posible que nos liberen?
Vidor: No lo puedo creer.
Megara: Si tenemos un poco de suerte...
Zergán: ¡Merecemos un poco de suerte, después de años de...
Jenarami: (Interrumpe. Escuchó la charla.) No se hagan falsas ilusiones. Salutari es un reconocido jefe militar, y está rodeado de excelentes estrategas. Las fuerzas enemigos son inferiores en número.
Zergán: ¡Pero se han abierto paso hasta esta zona!
Jenarami: (No da lugar a la duda) Eso no significa nada, prisionero. Seguramente ya están retrocediendo.
Megara: Dejenos salir.
Jenarami: (Sorprendido por la petición) ¿Está loca?
Megara: Por favor...
Jenarami: Estoy cumpliendo ordenes de vigilarlos. No voy a...no puedo desobedecer...
Zergán: (Interrumpe, colabora con Megara.) Probablemente este lugar cambie de dueño en esta noche. Su jefe será fusilado, y usted también. Pero si desertamos...
(Jenarami lo ignora, pero se encuentra visiblemente perturbado.)
Vidor: (Recupera la jovialidad que le es característica, agarrando la botella.) ¿Quiere un poco de 'gruron'?
Jenarami: No se me esta permitido beber en oficio.
(Zergán, Megar a y Vidor ríen.)
Vidor: (A Zergán) Te pido disculpas por lo de hoy, Zergán.
Zergán: Está bien. Te pido disculpas yo también.
Vidor: Me puse nervioso. Estabamos a punto de morir y yo...
Zergán: Te entiendo.
Vidor: Megara, vos también me tendrías que perdonar.
Megara: (Recuerda la escena, no muy convencida) Bueno...
Jenarami: (Interrumpe la charla) Tendrían que haber esperado.
Zergán: (Desconcertado) ¿Qué?
Jenarami: Digo, ¿Sabían que cuando un prisionero llega a los treinta años sin faltas en su servicio lo derivan a una posición mejor...en la que no tiene que hacer esfuerzo físico?
Vidor: Claro que lo sabíamos, todo el mundo lo sabe.
Jenarami: Entonces, ¿Por qué no esperaron?
Zergán: Va más allá de eso. Usted no es un esclavo, no lo entendería.
Jenarami: Pero me gustaría entenderlo. Si lo que querían era no realizar trabajo físico...
Zergán: No se trata de eso.
Vidor: Y es mucho tiempo.
Jenarami: ¿Es una cuestión de...orgullo?
Megara: ¿A qué quiere llegar?
Jenarami: (Se acerca. Les habla de forma gentil e intima.) A nada. No sé por qué les cuento todo esto. En realidad, lo tengo prohibido. Digo, hablar con los prisioneros. Particularmente, yo estoy en contra de la esclavitud. (Esto asombra a los tres prisioneros.) Pero hay que adaptarse. Si yo pudiera, sería el primero en romper sus cadenas. Pero hay reglas, hay normas que se deben seguir, chicos. Estamos en tiempos de cambio. Les aseguro que la esclavitud no va a durar muchos años más. Pero mientras dure...hay que soportarla. (Silencio breve. Cambia de tema.) El año que viene quiero ir a servir en la ciudad. Así voy a poder ver a mi madre. Hace mucho que no la veo. También es porque me quiero aleja de este lugar horrible. Trabajo acá desde que tengo...
Zergán: (Interrumpe, retoma sus palabras.) ¿La esclavitud no va durar muchos años más?
Jenarami: Eso creo yo.
Megara: ¿Significa que vamos a ser libres?
Jenarami: Perdonen que se los diga pero...(Se libera de algo que quería decir desde hace mucho) probablemente ustedes no lleguen a vivir lo suficiente...
Zergán: ¿Qué quiere decir?
Jenarami: Salutari tiene pensado quemar el campo en el caso de que se pierda la batalla.
(La noticia derrumba los ánimos de nuevo. El silencio que se produce después de la revelación es acompañado por el ruido de explosiones y disparos.)
Zergán: ¿Acaso no era imposible perder esta batalla?
Jenarami: Mentí. Existe la posibilidad.
(Silencio.)
Megara: Con más razón...nos dejará salir.
Jenarami: (Se encuentra en un dilema) No puedo...no me obliguen...estoy cumpliendo órdenes.
Zergán: (Con iniciativa) ¡Las órdenes de un país muerto! ¡Dejenos salir!
Jenarami: No está muerto...no puedo...
Megara: Por favor...
Jenarami: (Se decide) ¡Esta bien! ¡Los libero! (Se acerca a los prisioneros, con las llaves de sus esposas. Exclamaciones de alegría) Vamos, denme las muñe...
(La acción es interrumpida por Ranatari, que baja las escaleras casi sin aire. Jenarami se asusta y se aleja de los prisioneros sobresaltado. Los personajes se hacen los desentendidos.)

ESCENA 8: Zergán, Megara, Vidor, Jenarami, Ranatari.

Ranatari: (Se tira al piso.) Es el fin, Jenarami. Todo salió al revés.
Jenarami: (Firme) ¿Qué ha pasado, señor?
Ranatari: ¡De todo!
Jenarami: ¿Vamos perdiendo la batalla?
Ranatari: No vamos perdiendo, ya perdimos.
Jenarami: (Impactado) ¿Y Salutari, señor?
Ranatari: El muy estúpido...cree que podemos ganar (Suspira). Yo le dije hace un mes que nos convenía abandonar el campo. ¡Ya me había dado cuenta de esto! Nunca me hizo caso el muy terco. Jenarami: No pensaba que esto iba a finalizar así...
Ranatari: Era obvio...¡era obvio!
(Silencio breve.)
Jenarami: ¿Y los prisioneros?
Ranatari: Los dormitorios...los esta prendiendo fuego...
(Exclamación de consternación de los jovenes)
Jenarami: ¡No pensaba que era capaz de hacerlo!
Ranatari: ¡Lo hizo! ¡Yo le decía que no! (Mira a los tres prisioneros) ¡Como se salvaron, eh! Si este fuera un día normal ya estarían muertos por encontrarse en este lugar, pero hoy sobrevivieron en realidad por estar aca. ¡El destino juega unas pasadas...(Ríe macabro)
Jenarami: Señor...
Ranatari: (Riendo) ¿Qué pasa, Jenarami?
Jenarami: ¿Qué ha pasado con esta chica...Anarema?
Ranatari: (Serio) ¡Ah! ¡Anarema! Se escapó. Se fue con el enemigo.
Jenarami: Tendríamos que liberar a estos tres.
Ranatari: No, veamos que dice el jefe.
Jenarami: ¿Sigue vivo?
Ranatari: Le dije que viniera acá, que conozco una ruta por las alcantarillas para poder escapar...
Jenarami: Dejemoslos libres...
Ranatari: Espera...llega alguien...
Jenarami: ¿El enemigo?
(Tensión. Finalmente entra Salutari. Le han disparado, y le cuesta caminar. Cuando llega, se desploma y se cae, apoyandose en la barricada de bolsas.)

ESCENA 9: Zergán, Megara, Vidor, Jenarami, Ranatari, Salutari.

Salutari: (Agotado, débil) ¡Mierda! ¡Hoy todo me sale mal...
Jenarami: Señor.
Salutari: (Señala a Zergán) ¡Todo por culpa de tu hermano! ¡El maldito! ¡Por su culpa...me estoy muriendo!
Zergán: ¿Qué queres decir?
Salutari: Hoy...a la tarde...ese prisionero salió corriendo a los alambrados...y le dio información al enemigo.
Zergán: (Ilusionado) ¿Sigue vivo?
Salutari: (Riendo) Por suerte...lo cazamos
Zergán: (Abatido) ¡Ah!
Ranatari: Señor, debe recuperar fuerzas.
Salutari: ¡Callate! (sufre un espasmo de dolor)
Ranatari: Señor, calmese (Saca un bolso con útiles médicos, pero de nuevo, la búsqueda de Ranatari en su bolso genera un efecto grotesco.)
Salutari: (A Zergán) Pero...a él...no lo maté con mis propias...manos...
Ranatari: Señor, espereme, ya lo encuentro...
Salutari: Jenarami...¡Dispara! Pero no lo mates. ¡Que sufra, que se retuerza del...dolor...
Jenarami: (Indeciso) Señor...
Salutari: (Hace esfuerzo gritando) ¡¿Qué esperas?!
Jenarami: Señor...no puedo...
Salutari: ¡Ah! Lo que me faltaba...
Jenarami: Sería...sería irónico, sería cruel...
Salutari: ¡Es lo que quiero!
Jenarami: (Apunta con el arma, pero al instante la tira) No puedo, señor.
Salutari: ¡Ah! ¡Traición! ¡Otra vez! ¡Hoy todo me sale...mal...
Ranatari: (Ha encontrado unas vendas y se acerca para tratar las heridas de Salutari.) Ya pasó, señor, ya pasó. Ahora nos vamos a entregar al enemigo, y vamos a liberar a los prisioneros...
Salutari: ¡Antes muerto! ¡Ahora también me traicionas vos, mi más fiel compañero!
Ranatari: No es traición.
Salutari: ¡Dijiste que nos ibamos...(espasmo de dolor) a escapar...
Ranatari: Sí, pero no contaba que ibas a venir (hace una mueca de resignación) herido...
Salutari: ¡Me llevas...
Ranatari: No puedo, soy jorobado y no tengo fuerzas. Jenarami te puede llevar...
Salutari: ¡No! ¡Él no! ¡Traidor!
Ranatari: Señor, vamos...
Jenarami: Voy a liberar a los presos.
Salutari: Ah...maldito...
(Jenarami libera a los tres jovenes de sus esposas. Salutari lo mira con ira.)
Ranatari: (A Salutari) Vamos, jefe. No podemos hacer nada...
Zergán: (No lo puede creer) Somos libres...
Vidor: ¡Somos libres Zergán! ¡Después de...diescisiete años! ¡Libres!
Salutari: Sí, vayan...vayan con el enemigo...seguro que los reciben con los brazos abiertos...
Megara: (Se abrazan, ignorando a Salutari) Murió mucha gente...pero por lo menos nosotros...
Vidor: ¡Somos libres, no lo puedo creer!
Salutari: Ah...Jenarami...traidor...
(Zergán, Megara y Vidor salen escoltados por Jenarami. A último momento, Jenarami se detiene.)
Jenarami: Señor...lo siento.
Salutari: ¡Fuera de mi vista!
Jenarami: No iba a matarlos a último momento...habría sido algo horrible...
Salutari: ¡Fuera! ¡Suerte que...queme al resto...si no ya irías a rescatarlos!
Jenarami: Señor...
Salutari: Habrías ido a rescatarlos como un héroe...sí, héroe, pero a último...momento...cuando ya no había nada por lo que luchar...traidor...
Jenarami: Lo siento.
(Jenarami sale.)

ESCENA 10, Final: Ranatari y Jenarami. Luego, Manisa.

Ranatari: Es el fin, jefe.
Salutari: Lo hubieras matado vos...¡Inútil!
Ranatari: (Ordena sus cosas) Yo tampoco habría podido.
Salutari: ¡Vamos, ahora todos se sensibilizan!
Ranatari: Todavía podemos entregarnos al enemigo.
Salutari: Jamás. Prefiero morir.
Ranatari: Bueno, en ese caso, nos quedamos.
Salutari: Pero...me curaste.
Ranatari: No estoy seguro. Creo que su herida ya es incurable.
Salutari: ¡Me vas a dejar morir!
Ranatari: No me comprometas...
Salutari: ¡Idiota! ¿Voy a morir sólo, en esta caverna recordado sólo por haber sido derrotado en una batalla? (Se reincorpora, con lo últimas fuerzas que le quedan. Ranatari intenta sostenerlo para que no se caiga) ¡No! ¡Voy a renacer de las cenizas! ¡Voy a volver para aplastarlos! ¡No voy a dejar que me olviden! ¡Voy a tener una página en los libros de historia! ¡Un monumento en cada ciudad! ¡Voy a ser recordado! ¡Voy a...voy a (se desvanece, agotado. Ranatari lo ataja.)
Ranatari: ¡Jefe! ¡Jefe! (Con dificultad, lo coloca en el piso. Le toma el pulso. Luego se sienta.) Tenía que ser tan terco...
(Entra Manisa, por el fondo. Ranatari se da cuenta de su presencia y se gira.)
Manisa: ¿Qué es usted?
Ranatari: Un cadaver...
Manisa: Un cadaver es eso (señala a Salutari) ¿Qué es usted?
Ranatari: Un fantasma, entonces.
Manisa: Un fantasma soy yo.
Ranatari: (Molesto) ¡Vayase, por Dios! ¿A qué vino?
Manisa: ¡A que me devulevan mis hijos! ¡Quiero a mis hijos! ¡Tres varones y dos mujeres!
Ranatari: Están muertos. Como vos, yo y él.
Manisa: ¡Mis hijos! ¡Mis hijos! ¿¡Dónde están!?
Ranatari: No están. No están.
Manisa: ¡¿Dónde están?!
Ranatari: (Grita, desesperado) ¡No están más! ¡Desaparecieron de la faz de la tierra! ¡Paf! ¡Desaparecieron!
(Silencio. Manisa intenta asimilar lo que le dice. Breve silencio. Ranatari se sienta frente a Salutari y le toma el pulso. Manisa se queda mirándolo y le empieza a hablar. Ranatari hace que no le presta atención.)
Manisa: (Con inusitada lucidez) Nací en lo profundo del campo hace sesenta y tres años contados. Nací para el bordado, para la crianza y el tejido. A los dieciseis años me casé con mi amado. A los diecisiete tuve mi primer hijo, mi primera alegría. Cuatro más le siguieron, hasta que murió mi marido en un accidente de caza. Bajo el luto más riguoroso me encontron los hombres que mataron a mis cinco hijos. A mi no me mataron, les di lástima. Hace diescinueve años que no veo la luz del sol. Tanta lástima les di, en las entrañas de la tierra me encerraron. Sobre las tumbas de mis cinco hijos crearon una prisión y hoy, diescinueve años después, prenden fuego lo que quedó de ellos, los hacen arder. ¡Que se mueran, total, a quien le importa! ¡No tienen nombre, no han existido! ¡Pero yo estoy acá, a mi sí me importan! ¡Cinco cuchillas clavadas en lo profundo de mi memoria, testimonios perdidos de lo que estoy sufriendo ! ¡Quiero lo que es mío, quiero los esqueletos de mis hijos, quiero los restos quemados de lo que alguna vez fueron!
(Silencio.)
Ranatari: (Se le escapan unas lágrimas.) Venga señora, venga. Venga a llorar un ratito conmigo.
Manisa: (De vuelta en el umbral de la locura.) ¡Quiero a mis hijos! ¡Mis hijos! (Se va yendo por donde vino, su voz se va perdiendo.)

T E L Ó N